Opinión

Gran esperpento

UNA HORDA CON cuernos, pieles de búfalo, tatuajes, armas, banderas confederadas y varios símbolos supremacistas tomaron el miércoles al asalto el Capitolio azuzados por Donald Trump en lo que constituyó uno de los espectáculos más bochornosos y lamentables de la historia reciente de EE.UU. El presidente saliente, que sigue sin reconocer la victoria de su rival, Joe Biden, pese a que todo indica que le ganó de forma limpia y clara, tuvo la cobardía de lanzar un discurso incendiario para espolear a sus huestes -con los temibles Proud Boys a la cabeza- para después llamar a la calma y pedirles que volvieran a casa. Ya era demasiado tarde. Cuatro muertos, catorce policías heridos, diversos daños y un show más propio de una república bananera que de la autoproclamada primera democracia del mundo.

Preguntas aún sin respuesta

Impeachment y Enmienda 25 al margen, ¿se puede desalojar de forma urgente y anticipada de la Casa Blanca a alguien que pone en peligro la seguridad en su país por una rabieta de perdedor? Si el Capitolio es un búnker y se sabía que había una manifestación, ¿por qué los trumpistas lograron acceder con esa facilidad al interior? ¿Falló la seguridad o hubo ayuda desde dentro?

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