Opinión

La vida es bella

ESTOS DÍAS se hicieron virales las carcajadas de una niña siria de cuatro años. En el vídeo aparece junto a su padre, que se las ingenió para buscar la mejor manera de que su hija no se asustase ante la fuerte detonación de las bombas que caen cerca de ambos. Lo que se le ocurrió fue convertirlo todo en un juego. Ella se ríe de forma sonora como si no pasara nada, como si no fuera más que una broma. La escena recuerda mucho a la película La vida es bella, de Roberto Benigni, en la que un judío italiano lleva al límite su imaginación para proteger a su hijo de los horrores de un campo de concentración nazi. Aquí el horror viene de una guerra interminable que casi teníamos olvidada. Quizá esas imágenes sirvan para recordarnos la dramática situación de casi un millón de civiles (mujeres y niños sobre todo), que huyen a ninguna parte tras la ofensiva del régimen de Al Asad al bastión rebelde de Idlib. Y es que detrás de esa estentórea carcajada hay muchas lágrimas.

Un problema a erradicar

Yanis Rahmani, jugador francoargelino del CD Lugo, sufrió insultos racistas y xenófobos en el campo del Fuenlabrada. Halló comprensión en los rivales, pero nadie hizo nada. ¿Hasta cuándo?

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