LO EXPLICABA muy bien el otro día el experto Moisés Naím en El País: "El internet global, descentralizado, abierto y gratuito que existió en sus inicios ha venido a desaparecer". Ni es global, ni abierto, ni plenamente democrático —el acceso para el 40% de la población mundial está controlado por las autoridades— ni siquiera está descentralizado, porque al final las grandes tecnológicas (Google, Microsoft, Facebook o Amazon) concentran un enorme poder. ¿Y es gratuito? Tampoco. Aunque lo parezca, nada es gratis. Nadie regala nada en este mundo. Y menos en la Red. Cada vez que hacemos una búsqueda, dejamos un mensaje o compartimos un vídeo estamos aportando una valiosa información sobre nosotros mismos, como usuarios, que se traduce en términos lucrativos en el campo publicitario.
Los tres modelos que se perfilan
"El mundo va camino de tener un internet chino, otro americano y otro europeo", expone el propio Naím. El primero es "cerrado, proteccionista y censurado". El segundo, "anárquico, comercial y monopolista". Y el europeo, "más democrático y regulado". Pero mucho nos tememos que Europa poco tendrá que decir en la gran batalla Estados Unidos-China por el liderazgo en la tecnología 5G.
