Opinión

La llama del odio

EN VEZ de aplacar los ánimos, Donald Trump ha acabado por echar gasolina al fuego desatado por la protesta racial tras la muerte del afroamericano George Floyd a manos —o a rodillas, para ser más precisos— de un policía blanco, que lo acabó asfixiando. En vez de buscar soluciones y hacer autocrítica, la prioridad para el inquilino de la hoy insólitamente asediada Casa Blanca siempre es encontrar culpables e incitar al odio, cuya llama es la más difícil de apagar. Y lo hace usando un tono elevado, con el que trata de movilizar a los suyos pensando en unas elecciones de noviembre que se le están complicando a juzgar por las encuestas. "Hombre blanco hablar con lengua de serpiente", cantaba hace décadas el recordado Javier Krahe, que seguro que tiraría hoy de su fina mordacidad a lo Georges Brassens para denunciar los continuos excesos verbales del gran jefe ‘Pelo Amarillo’. La violencia no es justificable «Los disturbios le están dando argumentos a los racistas», alerta desde Ourense el exbaloncestista Willie Ladson, que sufrió discriminación en su país por el color de su piel. Pero a la violencia, dice, no se debe responder con violencia. Por mucha frustración que exista en la población.