Opinión

Opinar o Sostres

UNO PASA por la vida enjuiciando como quien se cepilla los dientes tres veces al día, con la salvedad de que cuando lo haces de cara al público corres el riesgo de que el lector se llegue a preguntar “¿quién carajo es este individuo para salir aquí escribiendo estas estupideces?”; o dicho a la manera de Josep Pla: “Es mucho más difícil describir que opinar. Infinitamente más. En vista de lo cual, todo el mundo opina”.

Yo llevo años mostrando mis dictámenes al público y de lo único que me he dado cuenta durante este transcurso de tiempo es que he cambiado mucho de opinión, y ahora ya no sé si voy por el buen camino o viceversa. Comencé a entregar a manos llenas mis veredictos por motivos de pura y dura narración, y muy posiblemente acabe dejando este mal vicio en el momento en que aparezca mi nombre en una solemne columna de Adrián Rodríguez (ahora muchos le pedirán que me nombre), o cuando la incuria que desconcierta mi cabeza resuelva -al fin- ajustarse en los terrenos de la compostura.

Y es que considerar es fácil y con dos copas de vino mucho más. Todos lo hacemos cual herramienta meramente ansiolítica que nos asiste a la hora de echar para afuera. Aunque uno, pasados los años y llegadas las rugosidades, también asimila que sólo se puede dar un dictamen cien por cien justo y veraz cuando se trata de un tema que realmente no le interesa. Asimismo, lo que considero seguro es que la opinión pública es un poder al que nada resiste, por lo que no estaría de más que un día de estos nos acercáramos los que osamos ceder apreciaciones a alguna plaza pública y rebosante de gente (A Verdura sería un buen territorio), donde le pediríamos encarecidamente a las personas que allí estuviesen que se hicieran pasar por nosotros por un día/una columna, algo que le valdría como catarsis al columnista que ambiciona fijar la vista más allá de su escritorio.

También a finales del pasado mes de mayo el articulista Salvador Sostres opinó -de mala manera- sobre las crónicas de su compañero de gremio, Manuel Jabois. Debemos aclarar que Sostres es de esos sujetos despechados y roncos que delatan su decadencia a primera vista, en cuanto clavas tus ojos en su papada “aduquesada”.

Sostres de gatillo fácil, cronista marciano en un mundo terrestre, provocador de vértigos… Sólo diré que el día que a mí me reprenda este hombre en uno de sus textos sabré, sin duda, que estoy yendo (al igual que Jabois) por el buen camino.

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