Vamos a elecciones en el laberinto catalán. Las últimas no las ganó Ciudadanos sino el nacionalismo. Arrimadas ni siquiera intentó el debate de investidura. Craso error. Ahora Ezquerra es probable que se haga con todo el poder. Ciudadanos será barrido. La incógnita es Puigdemont y sus peregrinajes. Las piruetas judiciales y procesales son o están maniatadas de momento, sí de momento, al blindaje y el escaparate que le confiere Bruselas y Estrasburgo. Si su partido como parece perderá la hegemonía del soberanismo sólo ganan los Junqueras y Aragonés, hombre fuerte y cerebro del gobierno por llamar gobierno a y de Torra.
Por lo de pronto Rufian ya manda su andanada verbal a Sánchez. La mesa, por llamar algo a la nada, no arranca. No lo hará. No puede hacerlo. España no se negocia en una mesa. Pero hay muchos vendedores y comerciales a comisión que lo desearían. Ahora Moncloa está de los nervios y lo que queda de aquel viejo socialismo, aquel que una vez fue, sabe que las cosas pueden cambiar y a peor.
Malos tiempos para todos. Demasiada impostura cansina y mordaz. Lo triste es que en frente, no hay nada, ni líderes ni tampoco nuevas ideas. Vox les come el terreno y en Cataluña les rebasará y desbordará. No lo quieren ver. Más esto sólo favorece al soberanismo.
Que nadie piense que las aguas volverán a su cauce. Ni con fiscalías generales dispuestas al ordeno y mando ni coin los pactos de tapete que posibilitaron la investidura. Los deudos y los tribunos cobrarán su tributo. Algunos otros nacionalistas de cheque y montera están haciendo su agosto. Saben lo que es apuntillar a un gobierno o desgobierno. Cada uno que se mire con aquel viejo ojo machadiano que sólo el te ve.
Cataluña vuelve a centrarlo todo. Y cansa y mucho. El otro día alguien vaticinaba con hacer coincidir las elecciones en Galicia. Menos mal que aquí hay más inteligencia.
