Momentos o fragmentos de gloria mediática. Más allá del blanco roto en la vestimenta lo importante no es, al final, hacer un roto en el blanco electoral. La izquierda sabe que si no se une o se dispersa en demasía, y quizás dos partidos ya son mucha dispersión, el voto se fragmentará y más en un sistema electoral infrarrepresentado en no pocas circunscripciones y donde alcanzar la fracción de miles de votos necesarios para los diputados será tarea casi imposible, salvo para los dos partidos a la postre mayoritarios, o que todavía lo son. Aunque su fuerza no es la colosal que tuvieron hace una década.
Yolanda Díaz sube y asume, por fin, la apuesta después de tantas idas y venidas. Sabe lo que es un partido, sabe lo que ha sido ir de un lugar a otro y en el momento más complicado y con ello, obtener unos réditos políticos personales prácticamente inauditos en el panorama político español. De venir del viejo comunismo y sindicatos de una esquina de Galicia a ser vicepresidenta del Gobierno. El resto es pasado. Simplemente pasado. Y todos tenemos uno, así de simple.
Hoy se llama plataforma, se huye del encorsetamiento de un partido que o bien no se tiene o bien todavía algunos muñen los hilos para expulsar a la que hoy ya no interesa. Léase el señor Iglesias y las bambalinas de un Podemos en caída imparable. Allá cada cual con sus estrategias, con sus salidas de elipsis, de gobiernos y de todo lo que ha sido, en definitiva, un incesante experimentar para irse. Querer y no poder, amagar y emponzoñar. El tiempo termina por situar a cada uno en su lugar. Otra cuestión es si nos gusta o no ese lugar.
Y puestos a soñar, y más allá de la equidistancia del populismo, y de que por momento Díaz no ha sido una mala ministra, sueña con ser presidente, la primera mujer presidente. Ahí es nada. Pero Sánchez no va a vender su piel sin coste y menos del edificio angular de un partido socialista que está, en estos momentos, buscando una identidad y un llegar a los electores, que no lo tiene fácil. Han sido muchos los quiebros y requiebros de Sánchez, que ha gobernado sin el partido o arrinconando al partido. Y eso en una cita electoral y más en dos citas apenas diferenciadas en unos meses, y en la que el todo o nada de Yolanda Díaz será ahí, en diciembre. Un todo o nada que si no se suma es un adiós o unos años a vivir de un escaño.
¿Se ha aventurado o precipitado la vicepresidenta o es un cálculo estudiado y bien pensado incluso bendecido por el presidente del Gobierno de cara a debilitar a Podemos? La aritmética del poder pasa por las urnas, pero el guiso es de despachos y alianzas. Esas mismas que no molestan a quien gobierna pero sí a quien oposita y olvida al gobernar con nacionalistas. Esa ha sido la experiencia de otrora y la de alguna comunidad autónoma.
Todo se abre al juego electoral y mediático. Puestos a soñar, que algunos sueñen, puestos a Sumar veremos si Sumar adiciona o resta. Todo puede pasar.