Opinión

Símbolos

Esta semana el mundo asistió en directo al incendio de la techumbre de la catedral de Notre Dame. Afortunadamente el templo resistió en su estructura. De todas partes llegaron panegíricos, condolencias cual de si un ser humano se tratare, amén de las ocurrencias del presidente norteamericano. Indudablemente la catedral francesa era y es un símbolo, quizás no tanto como se ha dicho pues artísticamente y de esa época las hay mayores y más impresionantes. Pero es Francia, es París y esa grandeur que jamás se marchitará y que es un orgullo amén de identidad que hace únicos y admirables a los franceses.

Estoy seguro que si fuera otra catedral de cualquier otro país no hubiera sucedido lo mismo. Aunque esto no importa demasiado. Macron ni ha tardado en lanzar y apelar esa identidad histórica y hacer un guiño a ese símbolo detrás del cual le gustaría que marchase todo un país bajo su mando. Recuerden la noche electoral y su aparición entre sombras y luz proyectada sobre el únicamente en el Louvre. A buena fe que no desaprovechará está oportunidad. Como están haciendo las grandes fortunas francesas. Las mismas que nada hacen frente al drama de la migración como tampoco hace el resto de Europa salvo buscar algunos titulares de prensa o de televisión. En apenas 48 horas más de 600 millones de euros y la suma sigue.

Desgraciadamente este jueves fallecían dos niños y un padre en un incendio de Badalona. Pero apenas ha sido noticia. Y nadie donará nada porque las vidas quebradas no se restauran y las familias quedan rotas para siempre.

Lo mismo tampoco sucede cuando en España ardieron hace unos años grandes empresas que tenían sus seguros pero que gobiernos autonómicos y locales se volcaron en ayudas e incluso en presencia física. Esto no sucedía cuando en los años duros de la crisis económica varias personas ante desahucios sin alma ni compasión se suicidaban. Aquellas fotos no interesaban. Ni aquellos problemas ni dramas humanos.

Vivimos para y de cara a los símbolos. Vivimos en tiempos de vaciedad absoluta. Pero eso sí, siempre de cara a la galería. Profundamente vacíos e hipócritas.

Hace cien años la catedral de Reims ardió fruto de las bombas. Los franceses la reconstruyeron apelando al honor y al orgullo nacional. Sin ayudas ni panegírico alguno como ahora.

No, no es la cuna de Europa ni de la civilización la que ardió hace unos días como se nos hace creer sino una pequeña parte. Tiempos de guerras, de imperios, de poder y poder. Sí es historia de Francia. La de ayer religiosa y hoy laica la que ardió y quemó un techo que será reconstruido. Porque todo se reconstruye. Las cunas de Europa están en Atenas, en Roma, en los pueblos germanos, merovingios, longobardos, en el cristianismo y sí, también en cada uno de nuestros países.

Pero un símbolo incluso turístico, solo es eso. Un símbolo.

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