Opinión

Sed de sangre

El viejo león ruso ruge con hambre de fuego y sangre. Viejos pasos marciales de aquella bota soviética aplastadora de libertades y derechos. Europa vuelve a estar en llamas desde la guerra de los Balcanes. No ha tenido prisa Moscú, ha ido tejiendo al telaraña. El zarpazo inicial de 2014 se completa ahora. La apuesta ha sido muy arriesgada. Durante semanas para escarnio de una inoperante Europa o Unión Europea que no está cohesionada ni hilvanada monolíticamente, ha desplegado operaciones y simulacros de entrenamiento con fuego real y muestreo de todo tipo de armamento sin reparo ni escrúpulo alguno. Ahora llega una guerra ilegítima, ilegal, -aunque lo bélico no entiende de esto-, y sin atisbo alguno de justificación. Es la vieja Europa la que nunca ha necesitado en la mentalidad megalómana de distintos líderes que la llevaron al desastre, argumento ni justificación. La vieja cantinela ya nos la conocemos. Demasiados espacios vitales, viejas provincias, poblaciones separatistas, raza, idioma, credos, ideologías frustradas y sangrientas. Desprecio a la libertad, a los valores, a los derechos. Desprecio contumaz. Cinismo y locura.

Ante los ojos del mundo, atónitos pero no sorprendidos, Ucrania es invadida. Un país soberano es atacado por otro. Decenas de ciudades han sido atacadas desde la madrugada del día 24 de febrero. Les llaman armas de alta precisión. Pero el reguero de sangre ya se ha iniciado. La deriva política y el autoritarismo y desprecio hacia otras regiones, poblaciones y países es absoluto. Rusia no es una democracia. Mas todos callan. Ahora se lanza a una agresión unilateral sin respaldo alguno del derecho internacional, -la víctima inmolada en cualquier conflicto y donde la irrelevancia de Naciones Unidas fue pisoteada desde hace décadas cuando se quiso legitimar lo ilegitimable en Irak-, y con el silencio chino.

Esta guerra no la detendrá ninguna sanción económica que Europa o Estados Unidos impongan. Ni la ONU podrá condenar porque el Consejo de Seguridad es lo que han querido que sea desde 1945, la jaula de vetos y juego de intereses particulares. Tampoco que al otro lado de la frontera oeste de Ucrania haya o no miles de soldados de la Otan o norteamericanos. No actuarán de momento. Ignoramos si habrá o no respuesta militar de la Otan. Cada paso será milimétricamente medido. La onda expansiva, de hacerlo, podría ser catastrófica y esta vez no solo en criterios económicos. De nada han servido las advertencias de Washington. La credibilidad de Biden también está y entra en juego. Ya no es un farol. Las vidas humanas esta vez parece que sí van a importar. Kiev es Europa. Otras ciudades del mundo árabe no gozan esta carta credencial.

Ahora ya no se trata de anexionar Crimea ni las viejas retóricas del postestalinismo. Rusia ha atacado militarmente a un país soberano sin que haya provocación. Ha violado todas las reglas de un juego que solo sobre el papel de una vieja diplomacia están escritas. Es una decisión gravísima. Treinta  años después del colapso y absoluto fracaso de la Urss, y la independencia de sus ‘viejas’ repúblicas soviéticas en aquella artificiosa creación de inicios de los años veinte del siglo pasado, Moscú, imbuida en el halo espiritual de la madre patria, vuelve una vez más a desafiar a sus antiguas regiones, como en Georgia, en Osetia, en Nagorno-Karabak y tantos y tantos lugares. Gobiernos títeres que vitorean y callan a Moscú frente a gobiernos más democráticos y próximos a la vieja Europa continental y central a los que no se les permite vivir su propia vida independiente y libre.

Réquiem por la libertad.

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