Opinión

Runrunes

Runrunes de media noche, runrunes electorales. Matracas. Oda a la bajada de impuestos. No hay color. Se repite el eslogan. No es nuevo. Tampoco huele a añejo. Pero es algo que ya hemos visto. Todos quieren. Ha sido listo el partido popular y puesto contra las cuerdas de la veleidad política a presidentes autonómicos socialistas y su propio partido o lo que es lo mismo, unión y mezcla, Moncloa habida cuenta que ya no se distingue Ferraz en ningún horizonte. No ha tardado el presidente valenciano y el extremeño en subir a ese tren. Va sin segundas lo de Vara y el tren extremeño. Que aquí todos tienen.

Pero sin duda lo que causa sonrojo son las ideas y venidas sobre las cuitas, el poder y la designación asignada del poder judicial y de paso del Supremo y Constitucional. No, no vayamos a la sacralizada constitución y norma fundamental para atribuir o endilgar culpas. Vayamos a los partidos y los prebostes de la transición y post-transición que pactaron y permitieron que los jueces no se elijan entre ellos, como tampoco los fiscales. Y sí, si de verdad blasonamos la separación de poderes, hoy tanto gobierno como oposición tienen la oportunidad de oro, de hacerlo, de llevarlo a cabo. Ya nadie se acuerda de lo que proponía una tal Saenz de Santamaría antes de llegar al gobierno y buscar un sistema parecido al norteamericano y eso que allí el cargo es vitalicio.

Causa estupor que desde Bruselas una y otra vez se insista y se presione y que España vaya a presidir la Unión Europea en el próximo semestre y nos llamen una y otra vez al orden. ¿Cómo y por qué hemos permitido todo esto? Ahí está una parte del problema. El otro es que tal vez, muchos estaban muy cómodos con la prebenda, la asignación y la vieja, añeja, canonjía. 

Ya desde Quintiliano se hablaba de los excesos del poder, hoy diríamos o acuñaríamos los excesos de la democracia, eso sí, apostrofemos, democracia mal entendida y sin necesidad de adjetivar. No esperemos que la clase política actual, y eso que a no pocos no gusta el término clase o llamar clase a los políticos, lo de casta fue evaporado o diluido con pisar las alfombras y las moquetas de los coches oficiales y salones embellecidos, cambie o revitalice o regenere algo. Es la sociedad la que tiene esa obligación que ya no deber. Una oportunidad de hacer más creíble y cercano el sistema y sobre todo borrar esa mancha. Buscar la independencia real de los poderes solo es una cuestión primero de creer en ello y quererlo y, segundo, de voluntad efectivo de llevarlo a cabo. No ha importado, no ha tensionado, al contrario, ha sido solícito por tirios y troyanos que han querido con ello fagocitar y ahogar disputas, amaños y trapos. El daño que se hace y se hará a la sociedad es uno, la no creencia y respeto suficiente y necesario por nuestras instituciones públicas y máxime si de Justicia, y esta vez sí con mayúsculas, se habla o hablare. Mientras seguiremos runruneando o tal vez sigan runruneando con todos nosotros ante nuestra más pasmosa y estúpida indiferencia.

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