Opinión

Piqué, la fuerza de la palabra

Si una palabra define la trayectoria humana y vital de Josep Piqué es la de inteligencia. Inteligencia ante la vida, ante el compromiso, ante el posicionamiento y la actitud vital y profesional. Un hombre de serenas y profundas convicciones. Lealtad, discreción, conocimiento de la realidad, analítico, coherente con las ideas, respetuoso con el adversario, hacedor de puentes y, sobre todo, dialogando. Diálogo y palabra como bandera. Discursos trabados desde una innata vocación pública, propios, sin papel alguno, pensador, orador, generosidad hacia el otro.

Josep Piqué ha sido un excepcional servidor público que venía de la empresa privada y aún antes de una dirección general en la Generalitat y que un día fue llamado por y para el Gobierno de Aznar siendo o pasando a ser uno de sus ministros más respetados, cultos, amables y con criterio. Industria, Exteriores y Tecnología además de un excepcional, si no el mejor, portavoz de un Gobierno con un discurso y puesta en escena tanto amable como llena de rigor y sentido de Estado.

Y al dejar la política tres años después de la salida de Aznar y no poniéndoselo fácil Génova en aquellas elecciones de 2007 en Cataluña regresó a una fulgurante y exitosa actividad empresarial y económica que le llevaría a presidente, consejero delegado y consejero en varias e importantes empresas de este país.

Su voz era muy respetada en el escenario político e intelectual de nuestro país, también en Cataluña. Como lo era su criterio, su visión y análisis de la realidad, su disposición a la escucha del otro, a la palabra y el diálogo por encima de adscripción y afiliaciones ideológicas, él que provenía precisamente en su juventud de la izquierda y acabaría ya ministro siendo militante y diputado de la derecha. 

Prudente y elegante, palabra exquisita y medida era proverbialmente satisfactorio leerle y escucharle en cualquier entrevista. Una voz con peso y autoridad, un consejo neutro y necesario conocedor de los entresijos de la política, de sus grandezas y miserias, de lo positivo de puertas que giran en el buen sentido, y que ahora ya se echan de menos en medio de la galbana intelectual que nos asola como país.

En un certero artículo Núñez Feijóo reivindica en estas horas el papel de Piqué entre otras muchas cosas y hechos, como hijo o uno de los hijos de la Constitución que tendieron puentes y han sido genuinos hacedores del diálogo, del encuentro y la fuerza de la palabra. Supo anticiparse a la deriva catalanista de Artur Mas y analizar la senda por la que se precipitaron los nacionalistas y aun así siempre tuvo palabras de entendimiento y su búsqueda desde la firmeza de la convicción y la bonhomía del punto de encuentro en vez de la discrepancia visceral y la lucha de trinchera. Tan cainita esta entre los españoles de a pie.

Con su muerte empieza a desaparecer esa segunda generación de españoles que construyeron y terminaron de edificar la concordia y el entendimiento y que con su ejemplo nos hicieron conscientes de la grandeza que encierra nuestro país cuando sumamos y caminamos juntos aún conscientes, afortunadamente, del valor que atesora la diversidad.

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