Opinión

Pedro Solbes, gestor y funcionario

Decía otro ex vicepresidente que nadie como los españoles a la hora de enterrar. Rubalcaba compartió despacho y gobierno con Solbes. Ambos dos leones de la política y dos formas diferentes sin embargo, de entender la política y el gobierno, el partido y la función pública.

Solbes, fallecido a los ochenta años, fue prácticamente toda su vida un servidor público. Un buen servidor público con un Curriculum realmente envidiable y forjado lenta e inexorablemente por un hombre escrupuloso, tenaz, afable, tranquilo y con formas exquisitas a la vez que rigurosas. En su cenit público, ministerios, tanto en la época de Felipe González como en la Rodríguez Zapatero, cimbreando en ambas el ocaso de éstos y las puertas mismas de una crisis económica. Con una diferencia importante, en la primera de ellas y que atisbó el triunfo del primer Aznar, las bases de la recuperación estaban puestas y el camino para superar aquellas enormes dificultades, allanadas. La prueba es que, dentro de la ortodoxia económica, a la hora de las grandes decisiones no hubo correcciones ni rectificaciones, apenas nimias, por parte de su sucesor, Rato, y el despegue de un crecimiento prácticamente inaudito. La mejor de las pruebas sería que solo tres años después, el gobierno de derechas avalase y apoyase la candidatura de Solbes a una de las Comisarías fuertes de la Unión Europea.

El hito final de su larga carrera pública, en su vertiente política, sería su regreso a un nuevo gobierno, otra vez socialista, y donde además, ocuparía la cartera de Economía nuevamente pero con rango de Vicepresidente del gobierno. El economista del Estado, una de las grandes oposiciones de nuestro país, y jurista también, ocupaba la cima de su carrera política.

Constancia, reputación, solidez intelectual, confianza mediática y militancia de perfil bajo sin molestar a nadie en la familia socialista, llevaron al funcionario y gestor a sus cotas políticas más importantes. 

Para este TECO y doctor también en ciencias políticas, se jalonaron las que posteriormente el mismo coronó y tituló en su libro biográfico, como cuarenta años de servicio público. Sí, cuatro décadas de servicio a España. Algo que los españoles de a pie no sabemos valorar ni tampoco dimensionar en su justa medida ni lo que eso supone. Al contrario, despreciamos y sojuzgamos mediatizados sin duda por la sigla partidista a la que se adscribe la persona. Y ahí, erramos.

La vida de todos está jalonada de momentos, de idas y venidas, de aciertos y desaciertos, errores y grandes aciertos. Y solo la variable más dimensional que existe, el tiempo, nos sitúa en nuestro verdadero lugar dentro de la fragilidad evanescente que es la vida misma.

Pero en el recuerdo hay una fecha clave en la vida de Solbes y que siempre le ha perseguido. El día en que, lejos de ser el gestor serio y prudente, contrafreno de las veleidades de lo político y sigla de partido, se convirtió en político puro. El 21 de febrero de 2008 España asistió televisivamente a uno de los grandes y escasos debates políticos de verdadera altura intelectual. Esa noche Solbes se enfrentaba dialécticamente a Manuel Pizarro. Éste era en ese momento la solidísima apuesta económica de Mariano Rajoy. Y a buena fe que demostró el arrojo intelectual, la valentía política y sobre todo la seriedad y rigor necesario de un hombre cabal y con un gran sentido de Estado cuando nos mostró a todos los españoles la gravedad de la situación económica. El abogado del Estado con una reputadísima trayectoria empresarial de éxito puso contra las cuerdas a un Solbes que simplemente se limitó a defender lo que era indefendible y eludir una crisis de órdago que se avizoraba en el horizonte y que le costó el gobierno y la credibilidad absoluta al socialismo encabezado por un Zapatero que tuvo que adelantar elecciones y no presentarse. EL castigo electoral fue durísimo y la sensación de manipulación, incompetencia y no saber hacer frente a la crisis, -recuérdese la llamada entre otros de Obama-, supusieron un final y sensación de desastre y desánimo total. 

Solbes no tardaría en abandonar decepcionado aquél barco, pero lamentaría aquella noche con Pizarro donde simplemente no hizo caso, al contrario negó la mayor, rompió ortodoxias y silenció una realidad que llevaría con los años a España a un rescate en algunos sectores y ponerla en el foco de la crisis económica mundial.

Con los años, el ahora desaparecido ex vicepresidente lamentaría aquella negación, aquél debate y probablemente haber sido más político que guardián de las esencias económicas de un gobierno.

Fueron los primeros años de Zapatero unos de gran superávit y fortísima actividad económica y empresarial que se tradujeron en un gastar, gastar y gastar. Incluso se llegarían a vender reservas de oro del Banco de España. El ocaso el dislate cuando no disparate de un plan E, empantanado y enlatado, ineficiente y agonía de unos años finales de gobierno.

En la Comisión parlamentaria de 2018 que investigó aquellos años, Pedro Solbes reconocería su error, y que estuvo equivocado. La razón y la lógica aderezada de una exquisita elegancia personal e intelectual cayeron del lado de Pizarro que abandonó la política al poco tiempo. Su diagnóstica era el acertado. Aquél debate llevó en volandas a una segunda mayoría de gobierno. El resto es historia, eclipsada y silenciada para un Solbes que trabajó o fue fichado en el sector privado, entre eléctricas y entidades financieras. 

Queda lo bueno y sobre todo, la lección última de reconocer el equívoco. Y sobre todo, el haber sido un gran servidor público que representó a España y a Europa y con ello, a todos nosotros.

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