No todo debería valer en el discurso político. Craso error justificar maniquéamente la caterva dialéctica en aquello de que el papel lo aguanta todo. No siempre es y ha sido así. Antes al contrario.
Erosionar al Gobierno con o sin propuestas alternativas validas es y ha sido la pauta en el discurso político. Caer en veleidades superficiales y que solo buscan un titular más o menos estrambótico es una vieja cantinela que aprieta las filas de adeptos y provoca rechazo en los adversarios.
A quien gobierna el tiempo vuela y se evapora y quien espera hacerlo parece que no llega nunca. Gobernar y opositar exige seriedad y responsabilidad. No frivolidad ni improvisaciones. En España se improvisa mucho y se frivoliza demasiado. Nadie rinde cuentas, tampoco ninguno las exige. Así somos. Todo hacia la galería. El resto, olvido y silencio en un país recostado sobre su propia indiferencia.
Los cuarteles generales analizan y encargan sus encuestas. Excrutan propias y ajenas. Y hay miedo, sensación de no llegar.
A pesar de este primer zafarrancho electoral todos tenenos la mirada en luces largas decembrinas. El sí o sí. Sin otra oportunidad para dos de los contendientes. Todo o nada. No hay juegos de suma cero. Pues todo acaba. El ruido de Madrid es un ruido en ocasiones es plomizamente conspirativo y empobrecedor pues algunos creen que toda España es Madrid y que solo Madrid es España. Y el ruido está en esa fase de expansión de descontrolados decibelios.
Malos tiempos para la lírica afónica. También para la política de titulares que pocos o casi nadie lee y lo que es peor, casi nadie quiere leerlos ya
Cualquier error o cualquier ocurrencia de las que se improvisan cuando no se leen encorsetados discursos que ahogan toda espontaneidad del candidato es analizada al milímetro. Y eso provoca miedo de no llegar a una mayoría de gobierno. O para gobernar con otro. Porque esto va de eso. Gobernar con y en suma, contra, aunque se gobierne teóricamente para todos.
La cultura de la coalición sufre raquitismo intelectual aderezada con la especia recurrente de la desconfianza. No es tiempo para discursos bisoños y enlatados. Para errores de principiantes. Rodéense de los mejores y aparten la mediocridad circundante y háblenle a los españoles como ciudadanos adultos y no como menores que necesitan tutelas impostadas.
No tengan miedo al error si uno es uno mismo. Equivocarse es de humanos y honestos. Aparentar lo que no se tiene o no se es como uno es; eso, simplemente, es mentira y apariencia.
Malos tiempos para la lírica afónica. También para la política de titulares que pocos o casi nadie lee y lo que es peor, casi nadie quiere leerlos ya. Seamos serios. El precio es el mismo pero el beneficio puede ser infinitamente más grande.