Opinión

Autocrítica

AUTOCRÍTICA. Palabra huérfana en la vida política de nuestro país. Sobra arrogancia y falta humildad. Mucha humildad. Visiones interesadas pero también sesgadas de una realidad que no se quiere asumir y menos escuchar. Poco importan los resultados. La culpa es siempre del ciudadano que no entiende lo que pasa. Son las percepciones transitorias. Y si la autocrítica sigue impenitentemente dormida en una letargia forzada, los partidos y sus dirigentes son incapaces de interpretar correctamente la voluntad de los electores. Éstos no han querido una mayoría absoluta ni aplastante. Visto lo visto, hoy y antes. Tampoco el turnismo clásico de los últimos treinta y cinco años. Aunque no han orillado tampoco el bipartidismo tan imperante como arrogante con una ley electoral hecha a medida. 

La noche electoral muchos no quisieron entender el mensaje/veredicto de las urnas. Algunos insinuaron que hay que hacer autocrítica. 

La pérdida de votos y escaños extraordinaria para populares y socialistas y la irrupción de los dos emergentes denota la enorme competitividad y fragmentación de voto en el escenario electoral reciente. Incertidumbre que solo tenía una certeza, la posibilidad cierta de pactos. Hoy, apenas una semana después de los comicios no es incluso desdeñable que haya que volver a repetir las elecciones, si bien se ignora si todos los partidos presentarían el mismo candidato o no. La peor posición política no es para el presidente del Gobierno en funciones, es para el secretario general de los socialistas. Haga lo que haga su posición es sumamente débil y camina sobre un alambre tan fino como dispuesto a ser tensado hasta el extremo por algunos. El resultado de Ciudadanos ha sido malo, y peor su gestión del mismo. Después de asegurar en campaña que no pactaría ni con socialistas ni populares y tratando de recuperar la iniciativa y sin imponer condiciones ni líneas de mínimos, apuesta por una gran coalición. Sabe que si se repiten elecciones será el gran derrotado por el voto útil que volverá al Partido Popular. Y Podemos juega sus cartas y sus enroques llenos de fintas. Juego arriesgado pero que tensiona y presiona a un partido socialista al que simplemente quiere engullir y destrozar. Juegos de suma cero, dilemas de prisionero. No saber jugar las cartas por los socialistas, hambrientos en excesos de luchas internas, puede llevarlos a ser un mero e irrelevante albacea del régimen político salido de la transición. 

El tanteo sigue su curso. Sin autocrítica. Desde la superficie. No se entra en la esencia de momento de un Gobierno corto, pero de corte reformista y regenerador de la vida política española, tan asfixiante como viciado su oxígeno. O se renueva este país a golpe de reforma seria y bisturí afilado o el electorado emitirá aún un veredicto más implacable. Reformas y regeneración. Desde lo institucional a lo social, lo económico y lo político. Hoy más que nunca urgen reformas y pactos de estado en educación, en lo laboral, en un sistema electoral injusto y no proporcional en realidad desde la equidad y la distribución, en la independencia de una vez por todas del poder judicial, en los minimums del Estado social. ¿Acaso éste denominador común está en el nervio mismo de cualquier pacto? 

Hagamos de la necesidad virtud. Y no seamos cínicos a las primeras de cambio. Gobernabilidad e inestabilidad son conceptos distintos. Restañar diferencias requiere no sólo diálogo sino mucha voluntad de pacto y consensos, o lo que es lo mismo, transacción. Y quizás, en un segundo plano de momento, nuevos actores. Ver como el adversario se debilita internamente no es la mejor estrategia del inmovilismo y el enroque. Querer apreciar el sonido de la música, incluso la buena música sin haberla escuchado nunca, es una pésima estrategia no sólo de comunicación, sino también de posicionamiento. 

No querer entender el mensaje del electorado o quererlo interpretar taumatúrgica y finalísticamente bajo el prisma propio y ciego conduce al abismo. No hacer autocrítica sigue siendo el impenitente pecado que la soberbia y la arrogancia, pero también la necesidad de sobrevivencia egoísta han regalado los dioses a los políticos. En el horizonte no pueden existir pactos ni coaliciones sin antes críticas y autocríticas propias. Este país avanza hacia una horizontalidad política y social donde el ciudadano es cada vez más consciente de la política y lo público, está mas formado e informado sobre todo y sabe exigir. ¿Autocrítica? Concepto estéril y quizás absurdo para algunos. Se equivocan. Preparémonos para unas nuevas elecciones. Precisamente lo que no quieren ni socialistas ni ciudadanos. El sistema no se rompe por que los partidos sean incapaces de ponerse de acuerdo y no sepan entender la voluntad de los ciudadanos. Estos ya se han acostumbrado a esto hace mucho tiempo.

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