Opinión

5000 gracias

Cumple este artículo de opinión un algo, que no halo, distante y diferente a una tribuna habitual. Y lo hace porque esta es o van con esta, que es lo mismo, cinco mil tribunas desde que en febrero de 2003, un 19 de febrero, vio la luz la primera de ellas gracias a la generosidad de Lois Caeiro en las páginas de El Progreso de Lugo. Tiempo después se abrieron las puertas de El Correo Gallego gracias a la igualmente generosa disposición y mano amiga de José Manuel Rey Novoa. Ni qué decir tiene que ambos, a mi junio y sospecha, hablaron entre sí. Son mis dos periódicos, Lugo y Monforte, mi tierra de adopción desde el mes de nacimiento, y Santiago a la que el azar y la invitación de un ex presidente de la Xunta hicieron que viviera durante tres años en la mágica y única Compostela.

Quiere el «lento» decorrer del tiempo, mi padre decía que el tiempo no pasa o corre sino que vuela, y a buena fe, que casi en las espaldas el medio siglo de vida, tenía toda la razón, cada vez que recuerdo aquellas palabras y compruebo la vertiginosidad rauda del tiempo, que este sea el artículo 5000 y con él agradecer la enorme oportunidad que he tenido a lo largo de casi veinte años de poder escribir, pensar, reflexionar en voz alta —«escrita»— siempre desde la libertad radical y el respeto al otro, igual de radical, pues solo así es y debe ser concebida la libertad, a través de estas miles de páginas. Una oportunidad que nunca olvido y desde la que asomarse y conformar esa parte de la sociedad civil que opinamos, que leemos lo que otros opinan y que procuramos desde la crítica constructiva, sin negar que a veces hay que deconstruir, para luego edificar argumentos y someterlos al veredicto o escrutinio del lector. Que no siempre gustan o tienen porque gustar, pero que se escribe desde lo hondo y desde una pasional sinceridad que brota a borbotones y a la velocidad de un teclado que no se detiene y que plasma de inmediato lo que mana del cerebro y del sentimiento como son estas palabras.

Gracias por permitirme, ya desde Madrid, con la añoranza y nostalgia —«saudade»— siempre presente de Galicia, Galicia también es un sentimiento constante y vivo, parte de la sociedad gallega, de sus hechos, circunstancias, vicisitudes, tradiciones, cambios, esperanzas, etc. 

Mi agradecimiento se extiende a todos los que conforman parte de las redacciones, editoriales, consejos, periodistas que construyen cada día, con la ilusión inerme de una gran profesión, la titánica tarea, a veces hercúlea, de sacar adelante un periódico, la hoja de vida y autenticidad de una provincia, ciudad, de sus pueblos y comarcas. Testimoniando el paso de sus gentes y hechos y acontecimientos que nos hacen vivos y presentes. Tras Caeiro, llegó Alfonso Riveiro en El Progreso, que renovó esa confianza. Y también mi agradecimiento.

Gracias también a todos esos otros periódicos de Galicia y España, y alguno extranjero, que con cariño acogen de cuando en cuando, desde aquél «torpe aliño indumentario» machadiano, yo diría «torpe aliño intelectual» mis tribunas. GRACIAS de corazón.

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