En los años 30 se registraban los primeros casos en Francia, cuando los veterinarios observaron a conejos Sauteur d'Alfort levantando las patas traseras para desplazarse como si fueran acróbatas. Según los expertos, al moverse lentamente son indistinguibles de los demás conejos, avanzan a cuatro patas con normalidad. Sin embargo, algo falla cuando quieren ganar velocidad: no logran flexionar las patas de forma coordinada. Es así que, a través de una estrategia compensatoria, han logrado solventar su carencia haciendo el pino. Investigadores de la Universidad de Uppsala (Suecia) han detectado la mutación responsable de este fenómeno en un gen llamado RORB. Las conclusiones de su estudio sobre estos conejos y las de otros trabajos precedentes están aportando muchos datos sobre cómo logran moverse los vertebrados, incluídos los humanos.
