Opinión

Pactos y balance

Me imagino a Pablo Casado niño arramplando con su balón en el parque, cabreado porque los colegas no le dejaban marcar los goles. El líder de la derecha se corresponde con esa tipología, la misma que ante el peligro no duda en llamar a su primo de Zumosol-Aznar para salir del atolladero o, simplemente, tomar decisiones. En todo este desgraciado proceso de la pandemia no hemos parado de verlo cabreado porque Sánchez no le telefoneaba para pedirle prestado el balón. Y cuando lo ha llamado, no ha dudado en decirle que su pelota la guarda para cuando vengan tiempos mejores y él mande en las limpiadoras de palacio. Y si Sánchez se ha armado de paciencia y lo ha convocado a una concentración, todos juntos con los demás partidos, en el parque de la Moncloa, resulta que ese día y hora tenía cita con el fotógrafo. Y celebrada la charla, según su gusto y parecer, expone que tampoco le agrada el campo de juego. Mejor en el Parlamento y así él poder apuntarse el primer tanto. Sánchez 0, Casado 1. Y, además, sin exponer su balón.

Un tanto sorprendente y contradictorio, porque cuando todos esperábamos que siguiera los pasos marcados por el mecenas —nada de sentarse en la misma mesa con UP, Bildu, JxCat y ERC—, da un giro y propone debatir en la cámara de representantes donde esos partidos están convidados al presunto acuerdo por derecho propio. De este modo queda escenificado el trampantojo de que el PP-Casado no se queda en la bancada con Vox, aguardando por el fracaso de los mal llamados segundos Pactos de la Moncloa. Y además desde dentro el boicot siempre resultará más eficaz. Por ejemplo, exigiendo que la presidencia de las comisiones le corresponda al líder conservador. Una vez allí, en lugar de hablar de futuro, iniciar una comisión de investigación sobre las actuaciones del Gobierno, como si la pandemia ya hubiera concluido. De nuevo el mantra del desgaste a piñón fijo.

Observando estas secuencias, dudo de que se alcance ese pacto político-sindical-patronal-social… que vamos a necesitar para afrontar unidos la grave crisis económica que ya estamos padeciendo. Una solución global positiva, a juicio de los asesores de Casado, retrasaría la caída del Gobierno Sánchez. Me temo que han vuelto a la lapidaria frase de Montoro: "Dejad que España se hunda, nosotros la levantaremos". Y además, que yo recuerde, con excepción del pacto contra la violencia de género, nunca la derecha se ha sumado a las peticiones de unidad de la izquierda. Por el contrario, desde los manoseados Pactos de la Moncloa, siempre que la derecha ha puesto sobre la mesa acuerdos de Estado, estos se han llevado a buen término con la mano tendida de los socialistas. Y ahora no es el caso.

En realidad, tanto Casado como Abascal solo desean ver en esta propuesta una jugada de distracción de Sánchez. Son incapaces de encender las luces largas y alcanzar a vislumbrar qué puede haber más allá del cambio de rasante, que supondrá superar la pandemia y armarse ante los peligros de un rebrote, y ante la hecatombe anunciada por los sucesivos fracasos que el neoliberalismo está generando desde la caída de Lehman Brothers, la gran depresión del 2008, del Brexit, la guerra económica entre EE.UU. y China… Las luces cortas de Casado solo alcanzan a esperar un balance de la pandemia en el que se resalten las improvisaciones, los presuntos fracasos, el número de víctimas y, quién sabe, si el montante económico de cuánto ha costado al Estado salvar cada una de las vidas. Pero esa es otra historia, también para reflexionar.

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