Siento decirle que esto de los debates electorales tiene más gato encerrado del que parece. Más allá de conquistar indecisos o llenar programas de televisión, estos montajes sirven sobre todo para que unas personas —menos públicas que el presentador del acto o las sufridas señoras de la limpieza—, analicen en unas horas la reacción de cualquier persona conectada a internet sobre el evento.
Eso significa que al retuitear un meme, o dos, o los veinte que hayan sido lanzados a la red por los respectivos aparatos de los partidos, entramos a formar parte de un análisis de tendencia en línea. Con estos actos se produce tal actividad viral que, de un día para el otro, los candidatos ya pueden corregir o apuntar mejor en sus mensajes y estrategias.
Con software y datos ideados en escuelas de computación, aprovechan todo lo que sale en las redes sociales y vemos o damos señal con nuestro móvil. Así ganó las elecciones Trump. Existen películas y mapas sobre la propagación y las discusiones que generan los memes. Incluso estas 'inocentes' ocurrencias son evolucionadas a demanda para conseguir etiquetarnos como memos. Somos puntos,virus electorales, aunque no hayamos visto siquiera el debate.
