Opinión

El adiós de Theresa

La imagen agotada y sollozante de Theresa May no me ha inspirado ternura, a pesar de que intentó de frente y con la sinceridad de quien no se tiñe el pelo, encaminar el divorcio con la UE por cauces razonables. La verdad, no me apena su marcha como primera ministra británica, después de tres años metida en el atolladero del Brexit. Si acaso, frente al número 10 de Downing Street faltó una banda sonora tristona de las que componía el inmenso y admirado John Barry. 

Me acordé de Proposición indecente pero mi reacción no fue de drama romántico sino de alarma, como las de una película de aliens pero tan reales como su probable sucesor: Boris Johnson. Si no lo conocen, es como Boris Yeltsin pero en británico: populista, escandaloso y el más significado euroescéptico de la política británica. Forjado en el ombligo de Oxford y el principal agitador en prensa frente a Bruselas, con parte de razón pero toneladas de demagogia. 

Como temíamos, habrá Brexit no duro, durísimo, si Boris coge al timón. Notaremos la tormenta. Lo peor de este viernes, no obstante, leer a David Cameron —el que desató todo esto y luego se piró—, dar la puntilla a su sucesora con ese "ha tomado la decisión correcta". Penoso.

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