Opinión

Y si hay que repetir...

 

SOLO DE pensarlo a mucha gente se le pone los pelos como escarpias. Pero las últimas encuestas publicadas sobre Cataluña definen un panorama donde el empate de constitucionalistas e independentistas puede llevar a una repetición de los comicios.

¿Se imaginan hasta el mes de mayo con un Puigdemont ‘plasmado’ desde Bruselas y una Marta Rovira vendiendo la ‘Republica simbólica’ para compensar? También podríamos asistir a un nuevo formato televisivo dando cabida a los avatares sexuales/sentimentales de todos y cada uno de los candidatos, que ya no saben qué hacer en la búsqueda del voto huérfano.

Ante la falta de una mayoría clara, según las encuestas, que últimamente fallan más que una escopeta de feria, cualquier posible coalición deberá contar con el apoyo de los comunes de Ada Colau, quien acentúa estos días su indefinición. Es una hábil jugada más de la alcaldesa de Barcelona, descubriendo ahora que la Generalitat, inmersa en el ‘procés’, ha desatendido incluso a las guarderías que se caen a pedazos ante la falta de inversión. Colau cree que la ambigüedad puede atraer votantes de la gran bolsa de indecisos.

Pero, si difícil es imaginar que PSOE, Ciudadanos y PP se pongan de acuerdo, lo mismo ocurre con los independentistas: la CUP amenaza ahora con boicotear cualquier coalición que no apoye la vía unilateral que tan infausto resultado ha tenido para los dirigentes de ERC , Ómnium Cultural y ANC . A Junts pel Cataluña no se les puede meter en este apartado porque sus principales cabezas están fugados, viviendo tranquilamente en Bruselas.

Los que han recuperado la libertad bajo fianza, como es el caso de Carme Forcadell, Romeva, Rull o Turull, están siendo especialmente prudentes en sus manifestaciones, para no volver a la cárcel. Fragilidad que aprovecha la CU P para reivindicar las esencias y, de paso, rascar los votos que den la vuelta a unos sondeos que les son muy desfavorables.

Volviendo a la hipótesis inicial: ante la imposibilidad de lograr un pacto para llegar al palacio de la Generalitat (del que Puigdemont se cree único propietario) podría repetirse el actual panorama político; con lo que entraríamos en un bucle similar al que tuvo al Estado un año sin Gobierno. Sin embargo habría dos variables nuevas. La primera y preocupante es que los constitucionalistas, a estas horas absolutamente motivados, perdieran fuelle porque sus votantes regresaran a sus casas decepcionados al no haber podido parar la deriva secesionista.

La segunda posibilidad, y no menos triste, es que la sociedad catalana note con mayor rigor y evidencia la catástrofe económica que ha supuesto el ‘procés’. Que los datos de paro de enero a mayo atemoricen. Que el tejido empresarial que queda siga marchándose. Que la pujante industria turística catalana se desplome y que los ingresos de las familias bajen al nivel de 2008. El corazón y el dinero no siempre van de la mano. Y el segundo suele ser definitivo.

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