Opinión

Caos en la Generalitat

CON UN PRESIDENTE fuera de control como Quim Torra, era previsible que los grupos violentos, entre ellos los CDR, a los que ha alentado y calentado al grito de "apreteu, apreteu!", hayan creído que la calle es suya. Incluso han invitado a radicales europeos a venir a divertirse a Barcelona, quemando contenedores y lanzando piedras a la Policía.

El estupor de la burguesía catalana, que durante años ha coqueteado con el independentismo, y cuyos hijos juegan a pirómanos en las calles del Eixample, es incomprensible. ¿No sabían que esto podía pasar? ¿Creían que sus barrios acomodados iban a quedar fuera del escenario de violencia callejera que con tanta condescendencia habían mirado cuando les tocaba a otros?

El viernes, multitudinarias marchas pacíficas confluyeron en Barcelona, tratando de vender la imagen internacional, tan perjudicada por los incendios, de una reivindicación de independencia cívica y pacífica. Pero la mecha ya había prendido y la noche volvió a desmentir las intenciones del Govern. Barricadas, pedradas y mucha, mucha violencia. Cualquiera que se ponga en la piel de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, empezando por los Mossos, desearía que los políticos catalanes que han provocado esta lucha callejera estuvieran ahí.

La sensación de desgobierno ha partido en dos al Ejecutivo autonómico. Mientras algunos consejeros se dedican a criticar a los Mossos, por lo que consideran unas actuaciones demasiado enérgicas, otro sector carga contra Torra y su irresponsable entusiasmo revolucionario. Los que pasan del amago de denuncia pública al llanto son los empresarios, a quienes esta lucha callejera está arruinando. no es solo el turismo de monumentos y terrazas el que huye de Barcelona. Son cientos de congresos los que han cancelado sus citas dejando los restaurantes y los hoteles de lujo vacíos.

El problema añadido a la anarquía y el caos en la Generalitat es que nadie puede garantizar cuánto va a durar el desorden. La violencia callejera potencia la adrenalina de una juventud frustrada que se siente dueña de la ciudad y a la que va a costar mucho trabajo reconducir a la calma y a la rutina.