Opinión

Las orejas del lovox

El presidente de Vox, Santiago Abascal, en rueda de prensa este lunes en Sevilla. PEPO HERRERA (EFE)
photo_camera El presidente de Vox, Santiago Abascal. PEPO HERRERA (EFE)

NO ERAN pocos, ni los parió de repente la abuela. La irrupción de Vox en el Legislativo andaluz, donde podrá influir en la gobernabilidad y la confección de las políticas autonómicas, confirma que la extrema derecha española tiene rostro. Y orgulloso. Esta autoafirmación, a la que ahora se le da alas, parece provenir de un hartazgo parecido, aunque de signo totalmente opuesto, al que en su día desembocó en el 15-M. De hecho, muchas de las iniciativas judiciales más casposas, que ponen en duda determinadas libertades civiles, también surgen de movimientos ciudadanos, conscientes del poder de la movilización social.

La de Vox es una autoafirmación que se fundamenta en la oposición: contra los nacionalismos periféricos, contra la inmigración, contra el feminismo... (¿el progresismo ha contribuido a alimentar esta indignación ultramontana tratando estos asuntos desde una intransigencia unilateral, rayana en la permanente, pedante y autosatisfecha regañina?).

Vox también está contra la corrección política, que es la excusa que, con meridiano cinismo, suele emplearse para dar rienda suelta a las inclinaciones más retrógradas, clasistas, insolidarias e intolerantes. Ha encontrado su caldo de cultivo ideal en un debate político inmaduro y excesivamente mercadotécnico, donde el artificioso golpe de efecto en busca del titular a cinco columnas, el tuit viral y el instinto primario, se impone sobre el análisis crítico, racional y en profundidad. Donde crispar el discurso y polarizar los sentimientos da réditos a uno y otro lado del arco parlamentario, aunque tiene consecuencias secundarias como que el ruido despierte a las bestias dormidas. Emplear la expresión "fascista" como acusación ha estado tan barato que, ahora que podría cobrar sentido, está devaluado de contenido.

Si un movimiento tan masivo, comprometido e ilusionante como el 15-M parece declinar en un nuevo desencanto ocho años después, confiemos en que esta primavera facha no alcance a durar un tiempo tan prolongado. Porque si el votante de Vox atiende a las promesas del partido, solo le cabrá la decepción: se basan en la recuperación de una arcadia perdida que, como todas las arcadias, no se puede recuperar porque jamás existió. En ocurrencias simplistas para situaciones, como la existencia de una sociedad multicultural, que no tienen vuelta atrás lo quieran o no y que, más aún, de ellas depende la supervivencia demográfica e incluso económica del Estado. Pero, en cualquier caso, conviene actuar. No hacen falta tanto proclamas y sobre todo términos belicistas que intenten demostrar que uno es tan machote como ellos, ya que a un matón no se le puede ganar en su propio terreno. Hacen falta argumentos, conciencia moral y espíritu crítico. Y saber que no todo vale, que hay unos límites muy claros para el relativismo.

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