Opinión

El control de Zidane

DESPUÉS DE temporada y media en el banquillo, con una Champions en su haber y puede que otra en ciernes (pocos equipos hay más fiables que el Real Madrid en una final europea), a Zidane solo se le puede reprochar una cosa: que algún día no se haya vestido de corto y haya saltado al campo a deleitar la vista del respetable. Conviene reconocer las virtudes como entrenador del futbolista más maravilloso que uno haya contemplado nunca (que no el mejor, que es de largo Messi). Zidane ha superado numerosas críticas, no exentas de fundamentos, acerca de su talento como estratega. Que la táctica no es su fuerte lo sé yo, lo sabe usted y, más importante, lo sabe él, porque así lo admite sin tapujos en las ruedas de prensa. Zidane no es un gran entrenador en sentido estricto, pero es el entrenador perfecto para el Real Madrid, un club que muchas veces solo exige tener a alguien al frente a quien el cúmulo de estrellas, divas y pavones respete a pies juntillas. Y cómo no respetar a Zidane, que probablemente sea el ídolo de la mitad de la plantilla y, en cuanto al resto, podría hacer su trabajo bastante mejor que ellos mismos. Por ello permanecen enchufados los astros intocables, la unidad B, el utillero y los recogepelotas. De Ancelotti, otro gestor admirablemente tranquilo, aprendió a desdramatizar un deporte habitualmente crispado por el entorno mediático y que, en ocasiones, se analiza desde una complejidad manierista que quizás tampoco posea realmente. Sus comparecencias ante los periodistas se solventan con un par de frases hechas sobre las decisiones cuestionables, naturalidad en el diagnóstico de la situación, una notable comprensión de la psicología del jugador y, de guinda, una sonrisa que es puro carisma. Hay mucha inteligencia en su comportamiento, mucha habilidad en su sencillez. Es algo así como recuperar uno de sus controles orientados, que con un sutil pero insólito movimiento de ballet lograban dominar el cuero, romper una línea de presión y hechizar a la grada, todo uno.

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