Opinión

Copas malas para un sueño americano

COMO SI acudiésemos a un garito de mala muerte, la del Rey es una copa que no sabe a nada y, por si fuera poco, puede dejar mal cuerpo al día siguiente. Aunque, más que a un pub, la competición imita a la sociedad que la contempla, en la que se publicita una falsa sensación de igualdad de oportunidades (¡e incluso la posibilidad para todos de conseguir el premio gordo con un golpe de fortuna y esfuerzo!) mientras que se legisla el sistema para acomodarlo a las necesidades y aspiraciones de los poderosos. Después de que en fases previas los equipos de categorías menores celebrasen que podían conseguir la camiseta de sus ídolos, echar una pachanga con sus suplentes, salir en 'Los Manolos' y retornar sin molestar a los campos vacíos de los que surgieron, en estos octavos el interés era ya meramente formal: esperar a ver si ocurría o no lo esperable, que es recortar otra ronda más a la espera del Barça-Madrid de rigor que mantenga en marcha la máquina de los billetes. Esta semana, la Uefa alertaba de que hay 16 'superclubes' que fagocitan el dinero, la atención y la cantera de aficionados en detrimento del resto de cientos de instituciones. Los representantes de La Liga son el Barça y el Madrid. Y tendrán el valor de preguntarse cómo se ha llegado a esto.

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