Opinión

Galicia pierde un mal político (y la Justicia gana otro juez ideologizado)

EL MIÉRCOLES pasado don Luís Villares anunció que abandonaba la política y regresaba a ‘su’ plaza de juez en el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia. El magistrado Villareshabía ejercido en los juzgados de Lugo (plaza caracterizada por lo estrafalario y pintoresco de alguno de sus titulares o ‘titularas’), en donde, por cierto, los sindicatos y trabajadores guardan muy buen recuerdo de sus sentencias (siempre redactadas en gallego).

El juez Villares siempre ha alardeado de su "compromiso social" y, por eso, mientras ejercía su función jurisdiccional encontraba tiempo para ejercer otras actividades en la Rede Armela o como portavoz en Galicia de una asociación de jueces progresista. Es más, al poco tiempo de su ingreso en la política, sin duda para fomentar el empleo, solicitó de su partido chófer y secretario. No se los concedieron y el togado Villares ya empezó a comprender que fuera de la función pública la vida no entiende de señorías.

Refieren las crónicas que se emocionó en su despedida lamentando que sus compañeros de coalición perseverasen en una "desbocada carrera por lo de siempre: un sillón". Aflige pensar que todo un señor magistrado tenga tan poco conocimiento de la condición humana. Pues claro que todos queremos un sillón; y algunos, los más esforzados y responsables, se sacrifican durante dos o tres años estudiando temarios inverosímiles para poder optar a un "sillón en propiedad": opositando. De eso usted debe de saber algo. Y ese "sillón" (por oposición), sí que es duradero; y confiere poder y bienestar. Y tranquilidad y petulancia: uno puede pedir la excedencia, distraerse en las cuitas cotidianas de sus congéneres, y si no consigue el reconocimiento o la meta pretendida retornar a su plaza "en propiedad".

Y, en ocasiones, como parece ser que hizo su colega don Baltasar Garzón, con el cuchillo entre los dientes para administrar desde el poder judicial cumplida venganza. Una vergüenza y un despropósito que el corporativismo de la función pública no quiere corregir. La permeabilidad entre la política y los funcionarios de la Administración en nuestro país, es constante e incesante. Y esta mezcla no es beneficiosa para la buena administración de la cosa pública. Genera clientelismo y politización en el acceso a los altos estamentos y no favorece la debida independencia entre los tres poderes del Estado: ejecutivo, judicial y legislativo. 

Pero es particularmente grave cuando el saltimbanqui o solicitante de la excedencia pertenece a la carrera judicial, porque el partidismo político parece incompatible con la necesaria e imprescindible ecuanimidad y objetividad del juzgador. Quien casi siempre sale ganando en esa desigual competencia es el poder ejecutivo que impone su criterio y su metodología al resto de la sociedad, y en España, también a los demás poderes descritos por Montesquieu. Ahí, en la política, está el verdadero poder, por eso usted, juez Villares (y otros muchos como usted, también integrantes de los altos Cuerpos de la Administración del Estado), tentados por el poder y la influencia, renuncian —temporalmente— a la placidez de su "plaza en propiedad" para probar suerte en la pugna por la gobernación; sin reparar que en ese campo la lucha es despiadada y sin cuartel.

Se necesita tener piel de cocodrilo y tragaderas de anaconda para ser político. Por eso resulta de una ingenuidad conmovedora que usted manifieste en su despedida: "Vine a hacer política y no a ser político". Política, cadí Villares, se puede hacer en nuestra labor diaria, usted bien lo sabe. Y dar ejemplo, también. Y ahí radica su gran problema. Usted optó en la vida por dedicarse a la judicatura, y eso, por ética y por estética, implica discreción, discernimiento, prudencia, anonimato, objetividad, desapasionamiento, honestidad y honradez.

Porque se arbitra con la vida y la hacienda de las personas. Pero usted, según parece, prefiere el relumbrón y la política. Nada que objetar, pero sea consecuente y abandone también la judicatura. En caso contrario, sus sentencias siempre estarán en entredicho.

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