Opinión

Sabina, ese que canta

HAY cantantes que tienen mala pata: he ahí el caso de Joaquín Sabina que, después de una vida de excesos que lo podrían haber llevado al otro barrio, casi se mata por culpa de una caída tonta durante un concierto. Sería un triste final para el trovador de Úbeda, uno de los artistas que ha cultivado la mala vida como pocos —y nunca lo ha negado—, pero sin llegar al extremo del insuperable Keith Richards. El guitarrista de los Stones, que llevó a lo largo de su ya longeva existencia la máxima de "sexo, drogas y rock & roll", hace catorce años estuvo cuatro días en la Uci tras caerse de un ¡cocotero! durante unas vacaciones en las islas Fiji. Su explicación fue rotunda: "He visto la muerte muy de cerca".

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