Opinión

Momentos Bridget

Bridget Jones, qué gran chavala, qué divertida, qué desastre y qué real. Nadie quiere verse reflejada en ella, aunque no me negarán que en algún momento de su vida se han visto protagonizando un momento Bridget.

Sí, sí, esas situaciones en las que desearías que te tragara la tierra, esfumarte, desaparecer, irte al hiperespacio y no volver. ¡Ay! 

Si son unos suertudos (o mentirosillos), me dirán que no, que jamás se han visto en una de esas. Yo, en cambio, ya les avanzo que sí, y me temo que más de una vez. Algunas confesables —no se impacienten que ahorita viene una con curvas— y otras me las llevaré a la tumba.

Mi último momento Bridget ocurrió hace apenas unos días y tuvo por escenario la Ribeira Sacra. Una empresa norteamericana con proyectos en España me invitó a una presentación, me facilitó el planning del día —algo muy de agradecer—, donde figuraba una "ruta a pie". Genial, pensé yo. 

Llegó entonces la pregunta inevitable: "¿Qué me pongo?" Pues, con mi lógica aplastante, y siendo conocedora de lo abrupto del terreno, y su desnivel, concluí que lo mejor era llevar mallas (negras), cazadora (negra) y tenis (rosa fosforito). ¡Ay, ay!

Dispuesta y con buen ánimo, a pesar del madrugón, me dirigí pletórica hasta el punto de encuentro: solo faltaba yo para unirme a un grupo de periodistas selectos llegados de toda España.

De fondo pueden poner la música de Rocky, porque así entré yo en el minibús para arrancar la ruta. Nada más entrar me percaté —tampoco hacía falta ser Einstein— de que allí había tacones, ropa de diseño y poco running. 

¡Oh, Dios! No me podía estar pasando eso. Resignada, y de buen ánimo, esperé estoica a la siguiente parada: la bodega Vía Romana. Allí, en el baño, me cambié de outfit para gran sorpresa del personal. Sí, en el último minuto, antes de salir de casa, opté por llevar un plan B. Por si las moscas.

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