Opinión

Los ultras, a casa

Al principio fui del Barça de baloncesto. Era la época de Chicho Sibilio, Epi..., pero entonces un buen día me cambié de bando. La culpa la tuvo un vecino ultra del Barça que tiene hasta las servilletas blaugranas y no televisa los partidos del Madrid. Después me marché a estudiar a Madrid y conocí a los otros, los merengues que pinchaban las ruedas de los coches catalanes cuando había derbi. Pero en esto llegó el Superdépor y me dije: "Este es el mío". Y lo fue. Hasta que un mal día fui a Riazor con mi sobrino Pedro, por entonces un niño, y un matrimonio madurito dedicó el partido a meterse con él porque percibía que era del Madrid. Ese día se me cayó un mito y pensé: "Aquí no se salva ni el Tato".