Opinión

Figuras ocultas

MUCHAS SON las figuras emblemáticas que nos fueron ocultadas a lo largo de la historia; sobre todo en lo que se refiere a la figura femenina. Sin embargo, el sexo no fue la única razón de su exclusión y olvido. También el color fue motivo que jugó un importante papel.

Hoy les quiero recordar la historia de las matemáticas afroamericanas que ayudaron a ganar la carrera espacial, cuyo trabajo en la Nasa con sus cálculos fue decisivo para realizar algunos de los mayores logros que EE UU obtuvo en el espacio. Las llamadas "computadoras humanas" utilizaron lápices, reglas y las sencillas calculadoras de entonces, para realizar las ecuaciones que permitieron lanzar al espacio los cohetes y los astronautas. Entre esas mujeres había un grupo excepcional que fueron las mentes más brillantes de su generación y qué, por ser mujeres y negras, se habían visto relegadas a enseñar matemáticas en los colegios públicos para los negros del Sur.

Fue la segunda Guerra Mundial la que les dio la oportunidad de trabajar en el laboratorio de aeronáutica de Langley. La guerra, una vez más, hizo que las mujeres fueran llamadas a participar de una u otra manera igual que ocurrió en otros países, suspendiendo durante esos períodos el tabú y la infravaloración que las mantenía apartadas y relegadas al hogar o, en el mejor de los casos, a un segundo plano.

De las muchas que trabajaron en Langley, cuatro participaron activamente en los acontecimientos más sonados de la era espacial: Mary Jackson, Dorothy Vaugan, Chistine Darden y Katherine Johnson; esta ultima calculaba las ventanas de lanzamiento para los primeros astronautas.

También fueron relevantes Kathaleen Land, Kathryn Peddrew, Ophelia Taylor y Sue Wilder. Pero todas estas brillantes matemáticas afroamericanas se vieron segregadas entre los demás, pese a sus conocimientos, porque las leyes de Virginia lo estipulaban así por entonces.

Ellas fueron parte de las mujeres y hombres afroamericanos que trabajaron como técnicos o ingenieros de la Nasa. Pero aún siendo considerado el Gobierno Federal el mayor empleador de afroamericanos en el campo de la ciencia y la tecnología, tan solo el 8% de los ingenieros de la Nasa, en 1984, eran negros. Es un dato importante puesto que en 1970 tan solo el 1% de los ingenieros de los EE UU era negro.

La situación excepcional del momento les dio la oportunidad de trabajar en la Nasa y sus éxitos permitieron a sus hijos el acceso a la sociedad estadounidense, hasta entonces inimaginable. 

La periodista y escritora Margot Lee Shttrley, hija de la primera ingeniera negra que trabajó en la Nasa, cuenta cómo le relató Katerine Jhonson la vivencia de los autobuses segregados de la época en que criaba a sus hijos y calculaba la trayectoria del viaje espacial de John Gleen. Dice Margot a propósito de la segregación “Descubrí un documento de 1945 que describía un hervidero de actividad matemática en una oficina de un edificio nuevo del ala oeste de Langley, donde trabajaban 25 mujeres negras haciendo cálculos durante 24 horas, supervisadas por tres supervisores negros que ofrecían sus informes a dos computistas jefas blancas”. Esta descripción muestra la escala de valores imperante.

Pero también las mujeres blancas fueron eclipsadas; incluso Virginia Biggins, responsable de la sección de Langley en el Daily Press, era referenciada como “un científico” o “un ingeniero”, jamás por su nombre o como mujer.

En 1974, la Nasa nombró administradora auxiliar adjunta a Ruth Bates Harris, funcionaria pública y feroz defensora de los derechos de las mujeres y de las minorías, convirtiéndose en la mujer con el cargo más alto de toda la Agencia.

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