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Fiesta

Comienza un San Froilán que será evaluado con un ojo puesto en las municipales

LA FIESTA ES UN ESTADO de ánimo. El ambiente que nos rodea puede incitarnos más o menos a la jarana, porque uno es uno mismo y sus circunstancias, como dejó bien dicho Ortega y Gasset. Decepciones puntuales, preocupaciones o el ajetreo de la vida diaria pueden restarnos buen humor, hacer que estemos más estresados de lo normal, abstraídos y con pocas ganas de entregarnos a aficiones disipadas. De todos modos, sigo pensando que, al final, la tendencia a dejarse seducir por la parranda forma parte de la forma de ser de determinados individuos. A algunos nos basta un ligero tirón por la solapa para que nos dejemos arrastrar. A otros hay que sacarlos de casa a patadas, bajo promesa de elíseo o amenaza de averno, en función de la resistencia que oponga el interfecto a ponerse en modo verbena. Hay tipos mustios, de esos que no se vienen arriba ni cuando los suben al palco de la orquesta. Son incapaces de sonreír y parece que hasta les molesta que los demás lo hagan de forma habitual. Si fuese por ellos, el mundo sería como un cuenco de ceniza. Otros necesitan zumbarse medio litro de bebidas espirituosas para que aflore su verdadero yo. Entonces pierden el norte y encuentran el sur. También los hay relajados, de esos que prefieren pasar sin comer para ahorrarse luego ir al baño. De todo hay. Para lo bueno y para lo malo. Para lo mejor y para lo peor.

Acaban de empezar las patronales de Lugo. Celebramos este viernes el día de San Froilán. Es festivo en la ciudad. Seguramente será una jornada muy animada en el casco histórico, en el recinto ferial y, por supuesto, en los barrios. Muchas familias se reunirán este viernes en sus domicilios alrededor de la mesa. Otras esperarán al fin de semana para recibir a los que son de aquí pero viven fuera, por eso de ganarse la vida. También habrá mucha gente en las casetas. Es tradición comer el pulpo. El buen tiempo nos acompañará durante toda la jornada y eso ayudará a que el personal se anime a dar un paseo. Por ganas, por curiosidad o por pura obligación. Es lo que toca. Los que tenemos hijos pequeños pasaremos, a una hora o a otra, por el Parque de Rosalía. Los niños no perdonan los caballitos. Hacen bien. Dentro de las posibilidades de cada casa, también tienen derecho a su fiesta. Al caer la tarde, las terrazas se llenarán de personas dispuestas a tomarse una caña, o dos si son pequeñas, antes de recogerse. Por la noche, aquellos que estén libres de cargas, irán a los conciertos y saldrán a dar una vuelta, de ciento ochenta o de trescientos sesenta grados. Algunos se retirarán temprano, porque aún quedan por delante muchos días de jarana. Otros harán suyo el estribillo que cantó Lucía Pérez en de Eurovisión: 'Que me quiten lo bailao'. Lo normal, lo de siempre, lo de todos los años.

Con esos mimbres se hace el cesto de las patronales. Es una muletilla, pero la alcaldesa lo recordaba antes de la apertura del recinto ferial. Lo más importante de las fiestas es la gente. Ella lo adornó un poco más. Animó a los visitantes a conocer "al verdadero tesoro" de la ciudad, que son los propios "lucenses". No puede decir otra cosa. Todos los mayores de dieciocho tienen derecho a voto. No me siento en la necesidad de secundar sus palabras. Al menos no al cien por cien. La realidad es que somos afortunados de contar con algunos de nuestros vecinos, pero otros son una auténtica penitencia, aunque no sea políticamente correcto recordarlo en el día del patrón. Como sucede en cualquier otro lugar del mundo, por otra parte. Bien es cierto que si viene gente de fuera tocamos a más para soportarlos, es lo bueno. En cualquier caso, esa cuestión no es responsabilidad del gobierno local. Lo suyo es organizar el San Froilán y presentar un programa lo más atractivo posible, para propios y ajenos. Su obligación es acertar en la administración de los dineros públicos para convertir estos días en un escaparate de la propia ciudad. Otro de sus deberes, no menos importante, es tener el municipio en perfecto estado de revista, a principios de octubre y el resto del año.

Estamos en precampaña. Habrá quien saque la cinta métrica para comprobar cuántas personas pueden meterse en un metro cuadrado. Por eso de ver si los datos de participación que ofrece el gobierno local son fiables. Normalmente nunca tira para abajo. Si la cosa no sale medianamente bien, las críticas no esperarán a que pase la festividad del Pilar.

Sin restar mérito a los presentes, tengo la impresión de el programa de las fiestas ha ido menguando en los últimos años, al menos en lo que se refiere a los nombres que encabezan el cartel de San Froilán. Todavía permanecen en la memoria colectiva conciertos con mucho tirón entre el público. En cualquier caso, la afluencia de visitantes y la propia participación de los lucenses seguramente depende más de algo tan impredecible como el tiempo. Si hace bueno, veremos a mucha más gente en la calle. La sensación de agobio será más intensa y el resultado de la organización más vistoso. Creo que lo dije al principio. La fiesta es un estado de ánimo. Pues eso, que no decaiga. Viva o San Froilán!

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