Opinión

Por el consenso

En mis más de seis décadas de existencia nunca he sentido a la población española tan unida, solidaria y cohesionada como ahora. Lo más parecido que recuerdo es el clima social de la Transición, cuando no todos pero sí la mayor parte de los españoles estábamos de acuerdo en alentar el surgimiento de la democracia sin violencia; de ese clima favorable surgió el consenso entre los grandes partidos de entonces —desde la Alianza Popular de Fraga hasta el Partido Comunista de Santiago Carrillo pasando por la UCD de Suárez, el PSOE de Felipe González y la Convergencia y Unió de Roca— que alumbró unos Pactos de la Moncloa que permitieron sacar adelante económicamente a un país maltrecho, así como la Constitución de 1978, refrendada por el 87,9 por ciento de los votantes y que garantizó la paz social y la establidad política en el período democrático más largo y fructífero de toda la historia de España.

En aquella época, el aunamiento de la voluntad general se concentró en la lucha contra los efectos de la crisis económica y la superación de los coletazos de la dictadura; en la actualidad, es una potente epidemia la que ha concitado la cohesión social. Se oyen con cada vez más intensidad voces que llaman a dejar atrás diferencias ideológicas e intereses electorales y a trabajar codo con codo en la construcción de un nuevo consenso que nos permita no solo remontar la inmensa crisis sanitaria que estamos padeciendo sino también sus inevitables y terribles consecuencias económicas y sociales. Incluso el propio presidente del Gobierno habla de unos nuevos Pactos de la Moncloa y de negociar unos presupuestos de reconstrucción nacional capaces de obtener el más amplio respaldo posible. 

Personalmente, ya en mis artículos anteriores a las elecciones generales de noviembre defendí una y otra vez el diálogo y el acuerdo mayoritario para resolver grandes problemas nacionales como son los de la educación, el paro, la emigración, las pensiones y, claro, también el de la sanidad. Cuando exponía esto, se desconocía hasta la misma existencia del virus que ahora nos asola y que, al fin, parece haber obligado a todos a reflexionar. Obviamente lamento que haya tenido que ser por esta razón, pero al menos espero que de este mal se saque el resultado de que, por fin, la clase política esté a la altura moral demostrada por la ciudadanía, se haga cargo de la voluntad general de esta y consiga acordar todos los pactos necesarios para el bien común.

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