Opinión

Frente a la segunda oleada, sensatez

Se podía decir más alto, pero no más claro. A la pregunta "¿habrá una segunda ola (de Covid-19) en verano?", Margarita del Val, viróloga del CSIC y una de las mayores expertas del país en la materia, responde en un medio de comunicación: "Espero que reaccionemos. Las oleadas solo dependen de nuestro comportamiento como sociedad". Según la acreditada científica, la mayor o menor expansión del virus dependerá ahora de nuestro comportamiento, individual y colectivo.

Si todos observáramos pundonorosamente las normas recomendadas de higiene y prevención, no surgirían la mayor parte de los brotes que están teniendo lugar por casi toda España en estos momentos. Brotes que se deben, casi siempre, a un descuido o negligencia en el cumplimiento de las medidas indispensables para la contención de la pandemia: uso de mascarillas en todos los lugares públicos (sean cerrados o no), separación de al menos metro y medio entre personas, lavado de manos con jabón o gel hidroalcohólico, y evitar aglomeraciones y reuniones de más de 25 personas.

Algunos brotes pueden haberse producido de un modo inconsciente, pero otros son atribuibles a conductas desaprensivas como la del equipo de fútbol que viajó a otra ciudad a pesar de contar entre sus filas con varios infectados ya. Los originados en botellones, en celebraciones masivas por triunfos deportivos o fiestas ilegales multitudinarias, obedecen también a una falta de sentido común y solidaridad que deja mucho que desear y dicen poco de bueno del nivel cultural, educativo y cívico de este país.

Independientemente del problema de los rastreadores (los profesionales encargados de hacer el seguimiento de los positivos en Covid y del rastreo de sus contactos), que se han visto desbordados por el ingente nuevo número de casos en zonas como Aragón y Cataluña, no cabe duda de que la responsabilidad individual y la autoprotección son claves fundamentales en la lucha ciudadana contra la pandemia. España y cada una de sus autonomías no se pueden permitir un nuevo estado de alarma que acabaría de desfondar su economía. Todos y cada uno de nosotros, mayores o jóvenes, de izquierdas o derechas, independentistas o constitucionalistas, republicanos o monárquicos, nacionales o foráneos, somos responsables de lo que pueda suceder.

Por una vez tengamos sentido social y portémonos bien, o de lo contrario daremos alas a una segunda oleada que nos abocará a un nuevo confinamiento y terminará de arruinarnos.

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