Opinión

Yonquis de las tecnologías

Juro que intento adaptarme a los tiempos que corren. Lo consigo más o menos con la alimentación, el vestuario y la profesión que ejerzo, pero se me resiste el uso de las nuevas tecnologías. Las quiero lejos, aunque soy consciente de que es ansiar un imposible. De momento, he conseguido librarme de las redes sociales. No figuro en Facebook, ni en Twitter ni en Instagram, pero aun así tengo amigos. Muchos y muy buenos. Los llamo a menudo —y ellos a mí— para vernos las caras y ponernos al día. Tenemos encuentros reales, con conversaciones reales, risas reales, discusiones reales y despedidas con abrazos de verdad, de los que aprietan y reconfortan. Nada de emoticonos.

Disfruto tanto de esos momentos que se me enerva la sangre cuando veo a mi hijo preadolescente haciendo vida social a través del móvil. Si fuera por él, se pasaría horas y horas delante del teléfono y del ordenador —relacionándose de este modo con sus amigos—, pero se da la fatalidad de que es su madre la que marca los tiempos. Yo sé perfectamente que no puedo luchar contra una realidad que impera y que además engancha, pero me resisto a que el uso de las nuevas tecnologías rebase los límites del sentido común. Al menos en mi casa.

Estamos todos cansados de escuchar que el abuso de este tipo de dispositivos genera problemas neurológicos y de visión, pero no interesa establecer límites. Es más, en lugar de apartar a los niños de las pantallas, fomentamos el uso del libro digital. ¿De verdad que eso es un adelanto? Hace un par de días leí un reportaje sobre el incremento de ventas que están registrando los teléfonos «tontos», llamados así porque solo sirven para enviar y recibir llamadas y mensajes de texto. Al parecer, cada vez hay más gente harta de vivir pendiente del móvil. Gente que quiere dejar de ser una yonqui de la tecnología. Me emocioné al ver que no soy la única que puede vivir sin ‘likes’.