Opinión

Lo peor del ocio nocturno

Todo el mundo tiene derecho a divertirse y a exprimir al máximo su tiempo de ocio. Yo defiendo a ultranza los beneficios de salir, disfrutar con los amigos, reírse y evadirse de las obligaciones. Es una terapia que hay que experimentar por salud física y mental.

Defiendo también que haya locales de ocio nocturno en los que los lucenses podamos charlar, bailar y tomar una copa. No creo que la noche esté reservada a lo que mi madre se pasó años denominando "lo peor de cada casa".  Reconozco incluso que me da cierta nostalgia pensar en aquel tiempo en el que frecuentaba más los pubs que los parques infantiles de bolas. Sin embargo, creo que no todo vale.

Que haya personas a tratamiento psicológico por los trastornos que les origina un local de ocio nocturno es inconcebible. Como madre que sabe bien lo que es pasar noches en vela por culpa del llanto de un hijo —al que quieres con locura—, no me quiero ni imaginar lo que tiene que ser no pegar ojo por los gritos de un montón de desconocidos a los que no les tienes ningún cariño. No poder descansar, noche tras noche, te mina y te lleva a la desesperación.

Y así, desesperados, es como están los residentes de la Rúa Tui y de otras muchas calles en las que se ubican locales que no respetan absolutamente nada. Años de quejas vecinales, decenas de denuncias policiales por todo tipo de infracciones, armas requisadas y un sinfín de actas por consumo de droga no han logrado zanjar la actividad de un after que tiene todos los derechos que les faltan a los vecinos.

Si los papeleos, recursos y plazos administrativos permiten esta situación, habrá que modificar las reglas del juego, en lugar de ponerlas de excusa para decir que no se puede hacer nada más. Si un local no se ajusta a su licencia e incumple las medidas de seguridad e higiene, el cierre tendría que ser inmediato, al menos hasta que se ajustase a las normas. No puede jugar con ventaja el infractor.

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