Opinión

Los excesos de la vida sana

HAY QUE comer sano. Me repito a diario esta afirmación e intento llevarla a la práctica en cada menú que surge en mi cocina. Huyo de precocinados y miro siempre la cantidad de azúcar de cada cosa que compro. Tengo productos prohibidos, artículos de consumo excepcional y alimentos con barra libre en mi nevera. Pero aun así, hablo con algunas personas de mi entorno y veo que hay otro concepto de vida sana mucho más radical que el mío.

Hay quien no acepta ni la cantidad de azúcar que contiene un simple zumo de naranja recién exprimido y hay incluso quien se propone analizar la tierra en la que crece cada lechuga que ingiere. Y es que si uno busca algo negativo en un alimento, sea el que sea, lo va a encontrar, así que comer a diario se puede convertir en un auténtico calvario. Esta percepción de la vida sana tiene un nombre: ortorexia. Se define como la obsesión patológica e irracional por comer sano y por la calidad de los alimentos, convirtiéndose así en la principal preocupación de la persona que la padece.

Qué trastorno tan paradójico, ¿no? Resulta que hay personas que por querer estar sanas acaban enfermas; y con problemas de mayor gravedad que los que puede ocasionar un atracón esporádico de gominolas. Conocer los problemas que provoca la ortorexia —como desnutrición, anemias, hipervitaminosis o hipovitaminosis, carencias de oligoelementos, hipotensión, osteoporosis, depresión, ansiedad o trastornos obsesivos, entre otros— asusta un poco. De hecho, prevenir este trastorno es la excusa ideal para que los sanos menos radicales podamos seguir permitiéndonos ciertas licencias a la hora de comer.

Pasarse de sano puede resultar igual de perjudicial que pasarse de insano, por lo que es conveniente huir de los excesos. Y si es verdad que somos lo que comemos, entonces quizá sea mejor un bombón que una acelga.

Comentarios