Opinión

La revolución semanal

Como la decapitación de la familia real francesa, yo también practico un acto radical y revolucionario: veo una serie tal y como van sacando los capítulos. Esto es, uno cada miércoles. Sé que le suena porque es algo que seguramente usted practicó también en una vida anterior.

Si no recuerdo mal, la última serie que vi con este método paleozoico y antisocial fue House. A partir de ahí, nunca menos de tres episodios por noche y, a veces, toda de un tirón, porque ya no podemos irnos a la cama sin saber quién es el asesino o sin maravillarnos con una interpretación prodigiosa durante seis horas seguidas.

Pero esta vez me propuse ver Litvinenko sin hacer trampas: un episodio a la semana. Tengo que decir que contra lo que pudiera parecer, no me está pasando nada. No contribuí al colapso de las salas de Urgencias, mi vida social no retrocedió respecto a hace tres jueves y algo que le sorprenderá: soy capaz de retener el argumento. Es un gesto de rebeldía estúpido pero con efectos secundarios para los apóstoles del Efecto Mariposa. Como tal, confío en que desate un huracán que me lleve a ver una película en un cine. Y a la que me descuide volveré a poner el despertador. El de las dos campanillas encima, no el que trae el móvil.

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