Opinión

El invierno de la política

Si el ambiente político sigue subiendo la temperatura ya no habrá inviernos nunca más. Y eso que los inviernos son una pálida sombra de lo que fueron. Meros trámites que hay que cumplir, como ir a renovar al DNI cada diez años, saltar una carabañola que está pintada en el suelo o una comida del trabajo. A mí­ me preocupa muchí­simo lo de los polí­ticos, pero lo de los inviernos es una angustia. Ahora que estamos en mayo echo la vista atrás y creo recordar que solo tuve frí­o alrededor de una semana en todo el invierno. Y un frío muy relativo. Porque ahora el frío es como los polí­ticos inteligentes: muy relativo. Basta con que un polí­tico diga cuatro frases ingeniosas o incluso solamente que aparente cierta normalidad para que nos parezca un fenómeno. Del mismo modo basta con que nos castañeteen los dientes tres dí­as al año para que creamos que ya frenamos la fusión de los casquetes polares.

Nadie en A Mariña con menos de treinta años vio un carámbano en su vida y casi seguro que ni siquiera saben lo que es. Si les cuentas que hubo un tiempo en que los charcos estaban helados cuando ibas al colegio te mirarán como a un abuelo cebolleta.

En Ribadeo cayó una nevada impresionante en 1987. La profesora de Lengua que tení­amos entonces nos preguntó si no querí­amos irnos a jugar con la nieve a lo que, con quince 15 años, respondimos con gran alboroto. Cuando volvimos nos había puesto falta general. Y así­ fue como se clausuraron los inviernos y se inauguró una nueva forma de hacer política.

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