Opinión

Una cita con final feliz

LLEVABA TODA la semana con un cierto desasosiego pensando en el choque que el domingo disputaron el Breogán y el Ucam Murcia, con el estómago encogido, como un adolescente ante su primera cita amorosa. Y no era el único. El Pazo rezumaba ese ambiente de las grandes ocasiones, de partido grande, sabedor de que era un "Matar o morir", como en la película de suspense de Pierre Morel.

El duelo no defraudó. Fue intenso desde el primer segundo, jugado en clave defensiva, con muchos parones, marcador apretadísimo siempre, incluso no faltaron decisiones arbitrales que exacerbaron a la grada. Se percibía la enjundia de la cita.

Y todo acabó de forma feliz, con una victoria que se antoja vital para el conjunto celeste, aunque todavía estamos en febrero y esta competición suele dar muchas vueltas y sorpresas en su tramo final –véase el triunfo del Delteco Gipúzkoa en Las Palmas en esta misma jornada–. Ahora quedan por delante tres semanas de cierta tranquilidad, que no complacencia, para tratar de solucionar los desajustes que el equipo presenta. No nos engañemos, ayer parecía que estaban jugando el penúltimo y el antepenúltimo de la ACB –como así era– y el camino hacia la salvación es complejo, porque todos los rivales disponen de plantillas teóricamente superiores a la del Breogán. Y recalco lo de teóricamente.

Pensemos por un momento en qué situación estaríamos de haber perdido, algo que no hubiese sido tan descabellado. Con un calendario sumamente complicado por delante, sin posibilidad de reforzar la plantilla -salvo el hipotético retorno de Norel-: el apocalipsis. Tratándose de baloncesto, ayer la diferencia estuvo probablemente en el último triple anotado de Salva Arco, pero... ¿y si hubiese fallado?

Lo inmutable del Breogán es su afición. El Pazo el domingo fue un bastión comprometido con su club y sus jugadores; los llevó en volandas. Esto es, en mi modesta opinión, el plus en el que debe fraguar la permanencia. A veces la pelota no entra, pero la marea celeste nunca cae en el desaliento. Jamás.

En esta ocasión la cita del adolescente acabó en beso y regresó a su casa con el corazón henchido de satisfacción, porque ese amor (por su Breo), ese amor ya es para siempre.

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