Opinión

Incendios

 

El miércoles llegué a Doiños, muy cerca de Rianxo, cuando empezaban a retirarse las unidades de la UME que habían ayudado a sofocar el incendio que dejó en la zona más de mil hectáreas quemadas. En el aire flotaba un olor a madera chamuscada, y el día radiante tenía un fondo de calima. En el bar hablé con los vecinos del pueblo, que me hablaban de una noche muy larga de angustia y de miedo, viendo arder su tierra por los cuatro costados y esperando la llegada de la ayuda. Ninguno de ellos, y eran varios, se creían la teoría del chispazo como origen del fuego. Me enseñaban videos donde se veían varios focos de lumbre, uno de los cuales estallaba en una pequeña explosión antes de prender: "¿A usted le parece que esto lo puede hacer una chispa? ¿a que no?".

El verano está muy lejos, pero Galicia ya se quema, y de momento se quema en la misma zona. Media docena de incendios, todos en la provincia de La Coruña, algunos en áreas muy cercanas. Les aseguro que me gustaría creer que el aquelarre de estos días se debió a un cable de alta tensión y un chisporroteo desafortunado, pero los que de jóvenes hemos encendido una fogata para asar chorizos al aire libre sabemos lo difícil que es que prenda una llama a las primeras de cambio.

Si arde Galicia es porque alguien quiere que arda. Si en Rianxo se quemaron cientos y cientos de hectáreas de superficie arbolada es porque alguien tuvo interés en que sucediera. Ojalá fuese una chispa, pero intenten ustedes arrojar una cerilla a un montón de hojas en plena noche y ya verán cómo ni de broma prenden por las buenas. No me atrevo a imaginar qué motivos puede haber para achicharrar un monte, pero sólo espero que las pesquisas se intensifiquen, encuentren a los culpables del desastre, y la justicia actúe con la contundencia debida.

El miércoles, en Rianxo, el viento olía a tizón requemado, y los vecinos despedían a los miembros de la UME con esa tristeza resignada del que se veía venir la tragedia.

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