Opinión

Viejas películas

En el año 1957 estaba bastante normalizado que los hombres abofeteasen a sus novias en una terraza si luego la cosa acababa en beso
DE VEZ en cuando, Marcial y yo vemos alguna película clásica, de esas que nos hicieron amar el cine cuando ambos éramos unos niños y solo había una cadena en la tele. Pertenecemos a una generación que vio en pantalla pequeña las grandes obras maestras de la edad dorada de Hollywood, y supongo que mi abuela (que adoraba el cine) me compadecía por descubrir Casablanca en televisión como yo compadezco ahora a las nuevas generaciones que intentan convencerme de que el cine se ve muy bien en la tableta, cuando no en la pantalla del iphone. Ayer, tras regresar de cenar, vimos Una cara con ángel, de Stanley Donen, con la adorable Audrey Hepburn, Fred Astaire y una impecable Kay Thompson que, pese a bordar su papel de estricta directora de una revista de moda, no volvió a trabajar en el cine. El vestuario, maravilloso, es de Edith Head, que confió en Hubert de Givenchy para vestir el cuerpo elástico y elegantísimo de la señorita Hepburn, con sus hombros de estatua y sus piernas infinitas. Por lo demás, la película no ha envejecido bien: me fascinó hace años, y ayer la acabé sólo por ver bailar a Audrey y a Fred, por los vestidos de Givenchy y como un tímido tributo a la nostalgia. La película, que fue un éxito de taquilla y obtuvo cuatro nominaciones a los Oscar, es hoy una cinta más bien aburrida. En una escena en la que Fred Astaire busca a Hepburn por los bares de mala muerte de Montmartre, ve a una pareja discutiendo acaloradamente. De pronto, él propina un bofetón a la chica, y tras un segundo de silencio, se miran con ternura y luego se besan. Para sorpresa de la espectadora del siglo XXI, Fred sonríe, menea la cabeza, dibuja un gesto comprensivo y suspira como diciendo 'ah, París'. Nada más. Por lo que se ve, en 1957 estaba bastante normalizado que los hombres abofeteasen a sus novias en una terraza si luego la cosa acababa en beso. Y entonces me doy cuenta de que, más que la película, lo que ha cambiado es el mundo. Afortunadamente.