Opinión

Toque de queda

EN MADRID no hay toque de queda (o, por lo menos, no todavía), pero sí algo muy parecido: entre otras cosas, los restaurantes tienen que cerrar a las once de la noche, y no pueden admitir clientes más allá de las diez. Así las cosas, si uno quiere cenar tranquilo tiene que hacerlo a las 9. Luego, a casa, a leer en el sofá o a ver una peli con una mantita. La ciudad con la vida nocturna más intensa del mundo (hace ocho meses en Madrid se podía salir un martes y empalmar conla hora de entrada al trabajo) se ha convertido en un lugar extraño donde los ciudadanos intentan entender y adaptarse a las nuevas reglas, y los empresarios de hostelería se devanan los sesos para evitar el naufragio. Los restaurantes de mi barrio empiezan a servir cenas a las siete y media, la hora en que hace un año no te estabas tomando ni el aperitivo. Pero, ay, los tiempos mandan, y ahí estamos todos dándole al ramen, la pizza o la enchilada, dudando entre la ensalada con pollo y las verduras con romesco cuando el sol ni se ha puesto, como si fuera lo más normal del mundo. Una de las más famosas coctelerías de la capital, Del Diego, ha tomado la decisión heroica de abrir a las cinco de la tarde, y a la hora del té ofrecen gintónics y sus insuperables gimlet, mojitos hechos con limón exprimido y hierbabuena fresca, el singapoore sling o el julepe de menta servido en vasos de plata. El viernes a las siete de la tarde, me fui a Del Diego a tomar algo al salir del trabajo. Ellocal cubría su aforo limitado y la parroquia brindaba resignada cinco horas antes de lo que era costumbre. Los clientes parecían a gusto, y se me ocurrió pensar que, como no entraba la luz exterior, te podías hacer la ilusión de que te habían dado las tres de la mañana pidiendo otra ronda, como en los buenos tiempos. Es lo que hay, amigos míos. Tal vez este es el secreto: cambiar, adaptarse. Será la única forma de sobrevivir. Y no hablo de los bares ni de los restaurantes, sino de nosotros.

Comentarios