Opinión

"Escrache"

El pasado viernes, la ministra de trabajo sufrió una agresión intolerable en forma de eso que se dio en llamar escrache. Vaya desde aquí mi condena a este ataque y mi abrazo a Yolanda Díaz. Hagamos historia: el "escrache" llegó a España de la mano de la nueva izquierda que luchaba en la calle: Colau, Iglesias y compañía pretendían edulcorar con un nombre importado lo que no es más que violencia colectiva, a veces feroz. No olvido aquella noche en que, en el descanso de un debate televisivo, un miembro de la cohorte que acompañaba a la ahora alcaldesa de Barcelona me repetía "un escrache es una fiesta". Yo viví tres de esas fiestas a las que aludía el amiguito de Colau. Una fue saliendo del Congreso, cuando una horda animada por Podemos y sus alrededores nos llamó putas mientras nos tiraba monedas y latas de cerveza. Otra, de la que tuvo que rescatarnos la Policía para evitar una tragedia, en el Orgullo 2019. Allí, además de los insultos de rigor —zorra, puta— recibí escupitajos y pis en la cara. El último fue este 8 de mayo, cuando algunos participantes de la manifestación feminista decidieron que había un partido político —Ciudadanos— que no tenía derecho a estar allí.

Ni una sola vez recibimos mis compañeras o yo la solidaridad de los mismos grupos que hoy se rasgan las vestiduras ante la intolerable agresión a la ministra Díaz. Ningún miembro (ni miembra) del PSOE o de Podemos condenó la violencia que sufrimos. Tampoco Yolanda Díaz, a quien considero una buena persona y con quien mantengo una relación cordial, puso un tuit lamentando lo que había pasado. Yo sí lo he hecho con ella y lo seguiré haciendo, porque la violencia hay que condenarla siempre, venga de quien venga, se ejerza sobre quien se ejerza y la motive lo que la motive. Hace siete años alguien escribió "los escraches son la única forma que tienen los que sufren la crisis para defenderse". Fue Yolanda Díaz. Estoy segura de que hoy se arrepiente de su error. Un abrazo fuerte, ministra.

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