Opinión

No aburro (Crónicas del virus)

HAY UN tipo que se ha hecho popular en las redes por vestirse de pollo (o de lo que toque) y gritar en bucle desde su balcón "me aburro, me aburro, me aburro mucho". Se supone que el tedio es una de las consecuencias básicas del confinamiento, pero hago balance y no recuerdo haberme aburrido ni una sola vez en estas cinco semanas miserables. He estado triste, he estado enfadada, desesperada, rabiosa, deprimida, irascible, harta. Pero aburrida no. En primer lugar, tengo más trabajo que en toda mi vida, y se han acabado los festivos y los horarios: el viernes a las once y media de la noche estaba al teléfono intentando resolver un problema. Pero, aparte de eso, en pleno siglo XXI siempre hay alternativas de ocio que me resultan apetecibles. Leo menos de lo que quisiera (me concentro muy mal), pero a cambio veo películas, hojeo la prensa, me pongo al día con las series, hago reuniones por zoom con mi familia y mis amigos. Camino seis kilómetros diarios por el pasillo de mi casa para compensar los atracones de chocolate y galletas. Salgo a aplaudir con los vecinos, y si encima las ocho de la tarde coinciden con el paso de un coche de policía, entonces ya es la fiesta. He vuelto a cocinar y dicen que saco sobresaliente en torrijas. Además, me he inventado un plato de pasta con verduras y menta fresca que me da la sensación de que es sanísimo. Marcial y yo preparamos una cena en condiciones al menos una vez a la semana, con un buen vino y unas copas bonitas la vajilla de Sargadelos y el mantel de hilo. Luego escuchamos música y tomamos un gintónic como si la vida fuese normal, como si fuésemos una pareja que se toma una copa en casa porque le da la gana, como si nuestro horizonte no se limitase a un piso de tres habitaciones y un balcón que da a la plaza. Ya no contamos los días. El tiempo pasa a su ritmo. Así que estoy cansada, desanimada y baja de moral. Pero no estoy aburrida. Y eso, supongo, también es una forma de resistencia.

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