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Algo semejante a la pasión

LA ÚLTIMA serie vista: Herrens Veje, danesa, del creador de Borgen como base para pensar, para disfrutar, para soñar un poco. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de buscar caminos y de abrir fronteras. Nada susceptible de abrirse, ha de cerrarse. Para qué romper posibilidades.

Hubo, en este tiempo, muchas series estrella, series faro. Voy a recordarlas aquí: Happy Valley, Forbrydelsen, Six Feet Under, Homeland, Borgen, Bron Broen, Downton Abbey, Damages (primera temporada), Breaking Bad, Mad Men, The Fall, Transparent, The Knick, The Good Wife, The Wire, Making a Murderer, Akta Människor, The Durrells, This is Us, Tell me You Love Me, Big Little Lies, Black Mirror, Brief Encounters, Fleabag, Horace and Pete, The A Word, The Night Of y, por supuesto, In Treatment. Cada una de ellas, tiene algo que enciende algo, que ilumina algo, que da paso a algo. Me gustan estas series que buscan en alguien no solamente a una espectadora más, sino una persona singular. Lo peculiar, lo complejo, lo enmarañado, de pronto, no es que se ordene, pero se ve. De repente se ve nítidamente, como a través de una lente muy bien enfocada y muy limpia. Esa transparencia que es como una especie de asombramiento de una misma, permite reflexionar sobre las distintas formas que tenemos de mirar el mundo. Dicho de otro modo: las series de televisión de calidad te enseñan a encontrar tu propia mirada. No es tontería. De hecho es una cosa, a la vez, muy íntima y universal.

Y de eso hablamos (escribimos) aquí, cada sábado. De lo que nos toca, de lo que nos duele, de lo que nos ilusiona, de lo que nos inunda, sin saber demasiado bien si es porque es herida o porque es salvación. O ambas, puestas en una misma historia que apenas dura cincuenta minutos y que es capaz de hacer mover muros, de hacer estremecer. No se tiembla, bien lo sabemos, por nada. Lo que se agita dentro puede diferir de un ser a otro porque entre un ser y otro hay mapas dibujados en distinta piel y con distintas plumas. Pero la clave está en el agitarse. En eso y en lo que provoca eso. Ahí está el punto común que nos iguala y nos comprende aunque sea por un momento, aunque sea en un destello. Esa fugacidad tan irreverente, que se atreve a todo, roza cosas que puede que, ni siquiera, sepamos nombrar. O puede que no hayamos querido nombrar nunca. La valentía del instante es lo que hace que las historias que nos cuentan sean fronterizas con nosotros mismos. Nos sitúan ahí y nos invitan a dar el paso definitivo. Si ellas se arriesgan a llegar hasta allí, lo menos que podemos hacer nosotros es aceptar el reto. Por eso con las series, como con todas las historias, pasa lo que pasa con las vidas, que se construyen y se destruyen y se reparan y se edifican otra vez, de nadas y de todos equivocados, de complicados mecanismos dubitativos, en forma y fondo, desde su principio hasta su final.

Como decía Ortega y Gasset: "Vivir es constantemente decidir lo que vamos a ser". Ese estar siendo y estar decidiendo, hoy en día, incluye ver series, no para todos, pero sí para muchos. Y estas series, ya lo hemos dicho más veces, se pueden ver sin mirada o ver con una voluntad de crear una mirada, junto con todo lo demás del mundo.

Invito desde ahora a ver las series que quedan y las que ya pasaron con una disponibilidad de espíritu semejante a la pasión. Con esa ternura y esa firmeza necesarias para forjarse una mirada propia. Con la suficiente paciencia y la suficiente garra para hundirse y salvarse, para triunfar y salvarse. Hacen falta más cosas que series de TV, lo sé, pero ayudan. De verdad.


Si no sale en TV, no existe
Y DKISS, seguirá ofreciéndonos todo tipo de programas extraños, sorprendentes y grimosos. No vamos a poder hacer nada para remediarlo. Tal vez, algún día, alguien se dará cuenta de que lo que importa no es eso. O puede que ocurra todo lo contrario y que nos invadan con más Dkisses. Es necesario, en caso de que se precipite la segunda opción, pensar lo que vamos a hacer; pensar si, en serio, este es el mundo que queremos, repleto de vidas televisadas y morbillo a la carta.

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