Opinión

Una camiseta al descanso

ME CAE bien Pablo Laso. Me cae bien pese a que la última vez que lo vi me dejó clavado un puñal en la espalda que tardé diez años en sacar. Fue en Cáceres, en una final four con el ascenso en juego en la que el Breogán cayó en semifinales con el Bruesa, dirigido por el actual técnico blanco.

Los caminos fueron muy distintos para Breogán y Laso desde aquella tarde en Extremadura. El equipo lucense acumuló alegrías (no completas hasta el año pasado) y tristezas, mientras Pablo Laso convertía al Madrid en uno de los mejores equipos de la historia del baloncesto europeo.

Incluso los aficionados al baloncesto con alergia al blanco reconocen el mérito de Pablo Laso, capaz de construir un equipo ganador a la vez que atractivo. Su Real Madrid es una bendición para un deporte al que le cuesta asomar la cabeza en los telediarios con tanto cambio de peinado de futbolistas.

Ese domingo tuve que ejercer de anfitrión de unos amigos de A Coruña. Su hijo empezó a jugar a baloncesto hace poco y quería ver un partido de la Liga ACB en directo. Como es lógico le pidió a sus progenitores poder disfrutar del Real Madrid y de Sergio Llull, su jugador favorito.

Antes del partido le regalé una camiseta del Breogán y, después de agradecérmelo, le pidió a su madre que la guardase en el bolso. Los dejé en sus asientos y me fui al mío pensando en que, aunque lo ideal sería que el chaval viniese a Lugo a ver al equipo de Lugo, por lo menos podíamos ganar a alguien más para la causa del baloncesto.

Al descanso me acerqué a sus localidades para saber si les estaba gustando el partido y me encontré al chaval con la camiseta del Breogán puesta y la emoción dibujada en su rostro. Llull es muy bueno, pero el Breogán es otra cosa.

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