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Sin declaraciones

Nadal fue el pasado miércoles la mejor persona del mundo y el rey del postureo al mismo tiempo. ¿Por qué? Por ponerse unas katiuskas y ayudar en las tareas de limpieza tras el torrente que arrasó el pueblo de la lado de su casa. Le toca a usted elegir en qué lado está

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Hace años tocó un pequeño premio de lotería en una cafetería de Lugo. Una periodista de este diario se acercó allí a cubrir la noticia para enterarse de la cantidad de dinero repartido y de si había muchos afortunados; de esas cosas, vamos, que gustan leer al día siguiente mientras se desayuna. Una mujer se acercó a la reportera y aportó un par de datos, pero cuando fue preguntada directamente se defendió. "No quiero hacer declaraciones", dijo.

¿Declaraciones? Le habían preguntado si por esa cafetería iba siempre la misma gente, no por el futuro de España después del debate sobre el estado de la nación. ¿Declaraciones? ¿Por qué utilizó esa expresión? Solo se me ocurre pensar que fue porque es lo que llevaba viendo toda la vida en la televisión. El poder de la televisión. El poder de la imagen.

Rafa Nadal es una imagen las 24 horas del día los siete días de la semana y el pasado miércoles dio la vuelta al mundo tras ponerse unas katiuskas para colaborar en las tareas de limpiezas de la localidad de Sant Llorenç. Una acción que despertó una absurda cadena de reacciones en los dos sentidos. En este caso es mejor quedarse a medio camino. Ni es la mejor persona del mundo por hacerlo, ni el rey del postureo.

Nadal, por cosas de la vida, estaba en su casa de Manacor, muy cerca de Sant Llorenç, cuando el torrente causó el caos en el sureste de la isla. Si estuviese jugando los cuartos de final del Masters de Shanghái habría publicado un tuit lamentando lo sucedido y enviando un abrazo a los familiares de las víctimas. Algo que muchos verían insuficiente, solo como palabras gratuitas y muy alejadas de la realidad. A nadie le cuesta escribir un tuit, probablemente dirían, lo que cuesta es ponerse un katiuskas y bajar al barro.

A Nadal no le van a dar por superada la primera ronda del próximo Wimbledon por salir en la primera página del Times con una escoba en la mano

Como eso fue precisamente lo que hizo, a Nadal le criticaron su ansia de convertirse en noticia, de figurar, de hacerse el bueno. Pero Nadal es tenista. No es un político que tenga algo que ganar con esa foto. A Nadal no le van a dar por superada la primera ronda del próximo Wimbledon por salir en la primera página del Times con una escoba en la mano en plena tarea de limpieza.

Nadal puede caer bien o mal, pero criticarlo por ayudar en las tareas de limpieza del pueblo de al lado de su casa después de sufrir una riada es un poco absurdo. Se le puede echar en cara que en su día Hacienda le hiciese cambiar de domicilio fiscal porque declaraba en el País Vasco sin que tuviera allí su actividad. O se podría poner en tela de juicio la enmienda que el pasado mes de mayo el Gobierno de Baleares aprobó para convertir la Academia de Tenis Rafael Nadal en un hotel.

La gente pierde mucho el tiempo en este reino de las redes sociales puntuando la vida de los demás. Fue la sociedad mallorquina en su conjunto la que dio un ejemplo de solidaridad con los afectados por las riadas de Sant Llorenç. Gente anónima que aportó lo que pudo para echar una mano a sus vecinos, y entre ellas estaba un tipo que tiene una academia que poner a disposición de la gente y que es noticia a nivel mundial haga lo que haga. Sin una raqueta en la mano es solo eso, uno más en el barro.

Otra cosa es la fuerza de su imagen. Pero ante eso Nadal no puede hacer nada. Ése es el turno de cada uno de nosotros. Puede usted pensar lo que quiera, está en su derecho, pero a mí me gusta imaginar a un chaval que levanta un momento la cabeza de la tablet y ve en la televisión a Rafa Nadal con unas katiuskas embarradas y una escoba en la mano. En una tele sin voz. El chaval cara a cara con una imagen de esas que tienen tanta fuerza que no le hacen falta declaraciones.

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