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24 de noviembre de 2018

Se avecina el River-Boca del que saldrá el campeón de la Copa Libertadores y, a su alrededor, un millón de historias. Algunas pasarán de largo y otras verán la luz. de un partido que se jugó hace 47 años emergió la mejor de todas

El jugador de River Plate Lucas Pratto disputa el balón Carlos Izquierdoz, de Boca Juniors. RAÚL MARTÍNEZ (EFE)
photo_camera El jugador de River Plate Lucas Pratto disputa el balón Carlos Izquierdoz, de Boca Juniors. RAÚL MARTÍNEZ (EFE)

A VECES aún me pregunto si realmente sucedió, pero lo cierto es que, hace años, a alguien se le ocurrió la descabellada idea de cubrir la muralla de libros. Era una locura tan grande que, como sucede con muchas ideas imprudentes, se hizo realidad. Durante un tiempo, un océano de letras protegió de los elementos al ejército de piedras que, durante aún más tiempo, había defendido la ciudad de la barbarie.

Fue la única época en la historia en que apetecía más pasear por debajo de la muralla que por el adarve. Daba gusto alzar la cabeza y buscar un título como quien busca una manzana madura en el árbol. Pero a aquella biblioteca salvaje también le llegó el otoño y un día, las hojas empezaron a caer. Los huecos se hacían cada vez más visibles, la locura se venía abajo y la piedra recuperaba su terreno. Fue por entonces cuando cayó en mis manos, no recuerdo cómo, un libro llamado Cuentos de fútbol. Había oído hablar de él, pero no me había acercado porque por entonces el balompié y la literatura marchaban en España (salvo excepciones como la de Manuel Vázquez Montalbán) por caminos diferentes; no en Argentina, donde el fútbol atraviesa todas veredas, no por casualidad el ‘padre’ de aquella publicación era Jorge Valdano.

El libro es una sucesión de relatos con el fútbol como protagonista que, unos más que otros, iban entreteniendo al lector hasta que, al pasar una página, apareció un título: ‘19 de diciembre de 1971’, de Roberto Fontanarrosa. Lo que vino después es de esas cosas que te gustaría hacer por primera vez todos los días de tu vida. Ojalá que ese recuerdo se borrase cada mañana para poder disfrutar de él como del primer beso en la playa. Pero no, solo queda el placer de la relectura cada cierto tiempo, que no está mal, pero a la que le falta el sabor a sal y la arena en los bolsillos.

"En Rosario hay buen fútbol y bellas mujeres, todo lo que necesita un intelectual"

Por si no lo conocen les resumo el cuento de Fontanarrosa. Los dos equipos más importantes de Rosario; es decir, Central y Newell`s, se juegan el pase a la final del Torneo Nacional de 1971 a un partido único, en Buenos Aires, y el narrador, fanático de Central, como era Fontanarrosa, describe cómo se vivían aquellos días en la ciudad y narra sus peripecias para llevar al encuentro a un anciano con un súper poder. A lo largo de su vida había vivido en directo muchos clásicos y nunca había visto perder a Central. No les cuento más por no fastidiarles el final, pero sí les digo que eso es lo de menos. Lo grandioso de ese relato es que no está escrito, está contado en la barra de un bar, en un paseo por el parque, en una sobremesa sin prisas.

Fontanarrosa, antes que escritor, era humorista gráfico, y tal vez por eso su relato suena tan fresco, tan a calle, tan auténtico, tan real y tan fantástico. Y además escrito en ‘argentino’. Si el inglés se inventó para que John Lennon cantase I’m only sleeping, el ‘argentino’ nació para que se hablase de fútbol… o tal vez vio la luz mientras se hablaba de fútbol.

De aquella semifinal en pleno verano austral nació un relato que forma parte de la apasionante literatura argentina y casi 47 años después, el próximo sábado, se disputará una final que tiene al país cara a cara con un folio en blanco. Del River-Boca saldrán millones de historias, algunas se sabrán, otras no, y tal vez algún iluminado encuentre la inspiración para escribir un ‘24 de noviembre de 2018’, pero no será el negro Fontanarrosa, fallecido en 2007. Pero aunque viviese tampoco lo haría. Era demasiado rosarino como para meterse en una pelea de barrios de la capital.

En Rosario fue donde pronunció en 2004 un glorioso discurso, titulado ‘Las malas palabras’. Fue durante el III Congreso de la Lengua Española, rodeado de eruditos, cuando sacó a relucir todo su ingenio. Está en Youtube, no se lo piensen. "Esta ciudad tiene buen fútbol y buenas mujeres, todo lo que precisa un intelectual", dijo durante la introducción, para más tarde destacar la importancia en el castellano de la palabra "mierda", cuyo secreto está en la letra ‘r’ y localizar los problemas que tuvo la revolución cubana en que allí se pronuncia "mielda", sin fuerza, como si fuese en chino.

La final de la Libertadores entre River y Boca es para muchos, entre los que se incluye quien escribe, el mayor duelo en la historia del fútbol, pero la mayor historia sobre el fútbol ya está escrita. Se titula ‘19 de diciembre de 1971’ y a mí me cayó entre manos un otoño en el que la muralla se desnudaba poco a poco. Así conocí al negro Fontanarrosa, un tipo que de verdad merece la pena. Miren, un día le preguntaron qué deseaba para sus hijos en la vida. "Que sus amigos sonrían al verlos llegar", contestó. Llevo tiempo pensando si puede haber una respuesta mejor… y sigo pensando.

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