Opinión

Bajo la mirada de un niño

Pocos minutos después de su sincero pero breve y sentido duelo por el descenso estaban jugando y narrando un uno contra uno en su canasta de casa

ESCUCHAR a la gente que tienes alrededor y que opina de forma diversa es un ejercicio sano y necesario. Pero tengo que confesar que en mi caso hay unas personas concretas que me ayudan a menudo a aclarar las ideas y ver el mundo de otra manera. Se llaman Hugo y Bruno. Tienen nueve y siete años. Nacieron con el Breogán en LEB, y este año, ya con una edad en la que conviene escuchar su opinión, han vivido con intensidad la Liga Endesa. Uno de ellos, el mayor, es muy impulsivo y se dejó llevar por el desánimo. Me mostró las lágrimas del descenso ya cuando las matemáticas se lo ponían difícil al Breo. El hermano pequeño, más reflexivo, lo animó y le dijo que el año que viene seguro que ganaremos más partidos.

Pocos minutos después de su sincero pero breve y sentido duelo por el descenso, estaban jugando y narrando un uno contra uno en su canasta de casa, con su balón de espuma, observados por el dibujo de Máximus que cuelga de la pared de su habitación. Uno era Lucio Redivo y el otro Salva Arco. O quizás uno era Sule y el otro Gerun... es posible que hayan sido todos a lo largo de cada tarde de juegos... Todos los gladiadores celestes y, si me apuran, todos los rivales han pasado por esa habitación de la canasta durante estos años. En esa liga de su imaginación, cargada de finales imposibles, también han sido Betinho, Llorca, los dos Quintela, los Gasol, Matt Stainbrook, Guille Rubio, Lobito, Monagham, Llull y Navarro, y hasta han pasado por allí en algún momento Stephen Curry o Kevin Durant... y un tal Magic se las ha vuelto a ver con Bird como en esos pixelados vídeos que han visto en Youtube.

La simpleza de un juego en la mente de un niño se convierte en algo maravilloso. El baloncesto lo es. A veces nos dejamos llevar por sesudas reflexiones y por el impulso de buscar culpables cuando perdemos y en dar medallas al ganador. Discutimos sobre si debiéramos haber fichado o no a este o a aquel. Puede ser necesario y es parte del juego, pero el baloncesto que nos hace disfrutar de verdad es mucho más simple. Es el que nos ilusiona cuando Sule mete el tiro libre del ascenso, y es el que nos abofetea cuando Richotti anota una canasta sobre la bocina. Es el que nos ata un nudo en el estómago cada día de partido en el Pazo o lejos, sea en ACB o sea en LEB.

Bruno y Hugo ya saben lo que es que su equipo juegue en ACB. Nadie se lo ha contado, lo han vivido y querrán que se repita en el futuro. Pero hasta que ese momento llegue no pienso poner pegas a que en su pachanga diaria haya un jugador de LEB defendiendo a una estrella NBA, o un veterano base ACB haciendo mates en el Staples Center...

El baloncesto es más auténtico en la cabeza de un niño. Y es así como quisiera seguir viviéndolo yo. Sigamos disfrutándolo juntos.

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