Opinión

Todos grogui

LOS detractores, cuántos no están conformes con la gestión del Gobierno, deberían de medir sus impulsos, no cantando victoria antes de tiempo. Sánchez, como ocurrió en otros momentos puntuales, es capaz de sortear enrevesados envites, renaciendo de sus cenizas si hace falta. Hecha la advertencia, a nadie se le oculta que el Ejecutivo, tras el revés madrileño, está contra las cuerdas, guiado por el caos, desnortado, confuso, con reacciones propias de una caterva de aturdidos, de aturullados o sonados, a modo de un boxeador noqueado en el ring, más que del equipo ejecutor, sensato, que necesita el país para retomar el rumbo. Todos grogui, en una palabra. Los ministros se rectifican a sí mismos en cada momento, se corrigen y contradicen los unos a los otros, porque al no existir criterio ni directorio, cada cual va a su bola y el presidente los desautoriza las veces que haga falta, dando tumbos con tal de resistir el desplome. Con su socio más pendiente de reponerse que de echar una mano, como no sea al cuello, es muy complicado que el Ejecutivo aguante los dos años que predice el presidente, salvo que sus interesados socios de investidura, también en apuros, le sostengan para sacar tajada de sus desatinos. Es decir, un esperpento desbocado sin fecha de caducidad.

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