Opinión

Sánchez y su chupachups

CUALQUIER niño defendería a muerte el chupachups que degusta si alguien pretende arrebatárselo. Para él, en ese momento, es lo más importante. Lo mismo le sucede a Pedro Sánchez, intentando que no se le escape el chollo de la Moncloa, dispuesto a no soltarlo, vendiendo su alma al diablo si fuese necesario. No le importa que el país esté patas arriba, por obra y desgracia de su interinidad en el cargo, al que accedió con el beneplácito de los que ahora le niegan ayuda. El sólo aspira a consolidarse como presidente, cueste lo que cueste, valiéndose de tretas y artimañas que denotan su infantilismo, con las que pretende camelar a sus rivales políticos a cambio de nada. Quiere que le confieran regalías que le negaron las urnas. Pero sus rivales no son tan tontos, no se chupan el dedo y, probablemente, nunca satisfarán su obstinación. El colapso político se parece a un juego de niños, y no lo es. Lo pagaremos muy caro. Si no se agarrase como un crío al chupachups, Sánchez ya habría dejado que otro miembro de su partido desatascase la investidura. No lo hará, pero... ¿no tiene el PSOE resortes para forzar su marcha y reconducir el quebranto? Pues sí que estamos bien...

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